«Envejecimos mucho más rápido de lo que aprendimos a serlo», dice Juan Carlos Alfonso, director del Censo de Población y Viviendas que comenzará este sábado en Cuba. Entonces, ¿qué hacer? se preguntan muchos ante ese reto en este país, con importantes avances sociales pero severos problemas económicos.
El censo, que se extenderá hasta el 24 de septiembre, permitirá entre otros aspectos conocer con exactitud la cantidad de personas mayores que viven solas, en condiciones precarias de vivienda, sin un acceso adecuado a servicios básicos como el agua potable y con escasos recursos económicos para enfrentar sus necesidades. Alfonso, también director de Población y Desarrollo (CEPDE) en la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), ha comentado que «antes éramos muchos nietos para cuidar a los abuelos, y ahora hay más abuelos que nietos». Esa tendencia demográfica, junto al descenso sostenido de la fecundidad, tiene un impacto directo en la población económicamente activa del país y en el aumento de la cantidad de personas a cargo en edades avanzadas.
En el congreso del Partido Comunista Cubano, de abril de 2011 se reconoció el envejecimiento como una de las prioridades de la política socioeconómica en la isla y, según especialistas, es una dimensión que debe ser tomada en cuenta en el actual proceso oficial de «actualización» del modelo económico nacional. Fuentes de la ONEI indican que, en 2010, la población de 60 años era el 17,8 por ciento de los 11,2 millones de habitantes de la isla. Se estima que, entre 2011 y 2025, esa franja llegará al 26 por ciento del total y la edad promedio pasará de 38 a 44 años, con un elevado crecimiento absoluto de la cantidad de personas mayores de 80 años.
Mientras el ritmo de crecimiento del grupo de trabajadores de 60 años y más dobla el de la fuerza laboral total, la población económicamente activa disminuirá de forma sostenida a partir de 2018. «Si hoy tenemos dos millones de personas de 60 años y más, para 2030 serán 3,3 millones», aseguran los estudios de la ONEI.
Como una respuesta a este proceso, Cuba elevó en 2008 la edad de jubilación de 55 a 60 años en el caso de las mujeres y de 60 a 65 en el de los hombres. Aunque la pregunta aún no está sobre la mesa, la jubilación laboral podría volver a aplazarse como ya se ha aplicado en algunos países de Europa con similar problema de envejecimiento de su población.
Pero más allá del mundo laboral, los desafíos para el país pasan por la respuesta económica que permita garantizar una vejez de calidad, con la creación de servicios adecuados y de sistemas de atención y cuidado a las personas ancianas, especialmente a las que se encuentran en situaciones más vulnerables. «Dejé el trabajo hace tres años para dedicarme al cuidado de mi papá, que está muy enfermo. Ha sido una agonía tratar de conseguir los pañales desechables, el colchón antiúlceras, los medicamentos para cuidarle la piel o cualquier otra cosa que facilite su vida y la nuestra», cuenta Niuris García, una habanera de 51 años.
García explica que en estos años ha habido intentos del gobierno de garantizar la entrega de pañales a las personas mayores necesitadas, pero no han sido suficientes ni sistemáticos. La opción aparece, por lo general, solo si se paga en divisas y a precios inasequibles para la mayoría de la población necesitada.
La demanda insatisfecha de dentaduras postizas, aparatos auditivos, prótesis y zapatos ortopédicos, andadores y muletas, entre otros artículos, oscila del 40 al 80 por ciento en la población adulta mayor cubana, según la Encuesta Nacional de Envejecimiento de la Población, realizada por la ONEI entre 2010 y 2011.
Independientemente de los gastos económicos que representa para la familia afrontar las necesidades de sus ancianos, incluyendo a veces el pago a altos precios de personal de enfermería, los estudios alertan sobre el impacto que tiene este proceso en las personas que se dedican al cuidado de las personas mayores, por lo general mujeres.
La doctora Dunia Marrero, vinculada a un centro de atención primaria de La Habana, explica «yo lo veo en mi trabajo todos los días. La mujer sigue asumiendo el papel de cuidadora dentro de la familia. Ella abandona el trabajo, lo deja todo atrás, para dedicarse al cuidado de enfermos o mayores. En la capital, con más de dos millones de habitantes, urge el arreglo de aceras y calles para evitar las caídas accidentales, la inserción de soluciones arquitectónicas para las personas mayores, y enfrentar el mal estado técnico de los ascensores en buena parte de los edificios altos de la ciudad.
«Vivo sola en un décimo piso y el elevador se pasa la vida roto. A veces estoy semanas sin poder bajar de allá arriba», explica Aurelia García. Esta vecina de La Habana Vieja dice que, siempre que puede, pasa el día en un centro comunitario donde le garantizan alimentación y se relaciona con otras personas de su edad. Conocidas como las Casas de los Abuelos, esta variante aparece para el director del CEPDE como una de las mejores opciones para la isla por el rechazo existente entre la población al internamiento permanente de las personas mayores, una decisión que se toma solo en casos extremos.
La opción está en «buscar soluciones que no tengan un alto costo económico, que sean dignas y efectivas; aprovechar las capacidades institucionales, las capacidades de la comunidad cubana, la reserva, la solidaridad que existe en nuestros barrios y movilizar a los ancianos», explica Juan Carlos Alfonso, director del Censo de Población y Viviendas.
Las recomendaciones especializadas incluyen, además, el diseño y ejecución ,por una parte, de una política integral de población y por otro, una específica para la atención integral al envejecimiento, el fomento de especialidades geriátricas y gerontológicas y la sensibilización de toda la sociedad para aprender a vivir con las personas mayores.
El viejo mundo
El envejecimiento es uno de los problemas globales que afronta la humanidad a comienzos de este siglo. Aunque en regiones como África sea una realidad aún lejana, el desarrollo parece llevar, necesariamente, a una estructura demográfica estrecha en su base y más amplia en la cúspide, al nacer menos personas y prolongarse mucho más la vida que en el pasado.
Mientras la niñez y la adolescencia duran menos de dos décadas, cada vez más las personas que llegan a los 60 años tienen posibilidades de vivir 20 o 30 años más. «Por el avance de la transición demográfica, América Latina y el Caribe están envejeciendo paulatina, pero inexorablemente. Se trata de un proceso generalizado, aunque con niveles variables», según un informe de 2003 del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía.
Dos características de este proceso motivan preocupación. Una es que el envejecimiento se produce a un ritmo más rápido que el registrado históricamente en los países industrializados, y la segunda es que se da en un contexto de pobreza, con persistentes y agudas diferencias sociales, escaso desarrollo institucional y baja cobertura de la seguridad social.