Alemania, con Angela Merkel a la cabeza, lidera la lista de países europeos que apuestan por una solución diplomática frente a la posibilidad de armar al diezmado ejército ucraniano. «Como europea, sólo puedo decir que, si renunciamos al principio de integridad territorial de los países, entonces no seremos capaces de mantener el orden pacífico que hemos logrado alcanzar en Europa», ha asegurado Angela Merkel. En esta misma postura se han alineado Francia, Reino Unido, Italia y España.
Sin embargo, en el seno de la Unión Europea hay quien piensa que se debería dar un paso más. Polonia o los Países Bálticos no ocultan su escepticismo ante la reunión de mañana. Son partidarios de introducir medidas más severas, como las sanciones económicas o las restricciones a la financiación, y opinan que Europa no debería descartar la opción de enviar armas a Ucrania. «Hasta que veamos que Rusia cumple sobre el terreno no podemos aliviar la presión», advertía el ministro británico Philip Hammond. El jefe de la diplomacia lituana, Linas Linkevicius, reconoce que «nadie quiere la guerra», pero advierte que no se puede creer «una sola palabra» de los líderes rusos.
Más conciliador se ha mostrado este martes en Kiev el ministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo. Durante una reunión con su homólogo ucraniano, el jefe de la diplomacia española ha reiterado que por el momento la entrega de armas no está sobre la mesa del Consejo de Ministros. «Vamos a dar una oportunidad a la paz, al diálogo y a la negociación; y si esto fracasa veremos qué hay que hacer», ha asegurado.
Si las negociaciones no llegan a buen puerto, la Unión Europea se plantea varias opciones. Angela Merkel y François Hollande quieren evitar a toda costa cualquier conflicto bélico en el Viejo Continente que recuerde a tiempos pasados. Para ello, el frente franco-alemán es partidario de ampliar las sanciones a Rusia, una medida que por el momento ha resultado ineficaz para frenar al Kremlin.
¿Armar al ejército ucraniano?
Pero las cosas no se ven igual al otro lado del Atlántico. El Congreso Estadounidense lleva semanas presionando a la Casa Blanca para que envíe armas a los soldados ucranianos. Personalidades como el senador John McCain, el ex comandante supremo de la OTAN, James Stavridis y Ashton Carter, candidato a asumir la jefatura del Pentágono, se han sumado a esta petición. Argumentan que además de mejorar los medios de Ucrania para defenderse, se encarecería la guerra para Rusia.
«No podemos permitir que las fronteras de Europa se redibujen a punta de pistola», advertía Barack Obama, que pese a las presiones ha aceptado dar una oportunidad a las negociaciones de este miércoles en Minsk. El presidente estadounidense asegura que enviar armas sería su última opción, porque «solo serviría para alimentar el conflicto». «No he decidido nada todavía», admitía en una rueda de prensa conjunta con la canciller alemana, «pero si la diplomacia falla, mi equipo y yo sopesaremos todas las opciones y las armas defensivas letales están entre ellas», admitía. «Estén seguros de que decidamos lo que decidamos, la alianza entre Estados Unidos y Europa seguirá en pie, seguirá siendo sólida, aunque en algunos temas podamos discrepar», insistía en un intento por mantener una imagen de unidad frente a Rusia.
Entre tanto, Vladimir Putin, que también está invitado a la reunión de Minsk, continúa con sus envites. Rusia desplegaba este martes 2.000 militares en la frontera con Ucrania y otros 600 en la península de Crimea. El presidente ruso repetía en una entrevista concedida a un diario egipcio, que Rusia no es la responsable de la crisis en Ucrania. «Ha aparecido en respuesta a los intentos de Estados Unidos y sus aliados occidentales, que se consideran vencedores de la guerra fría, de imponer su voluntad en todo el mundo», aseguraba.
La prueba de fuego llegará este miércoles con una reunión a cuatro bandas en Minsk, a la que se espera que acudan Vladimir Putin y Petró Poroshenko. Representantes de Kiev y de los separatistas prorrusos llevan semanas negociando, y todo parece indicar que cualquier acuerdo tomará como base lo acordado en Minsk en el mes de septiembre, que hace tiempo que quedó sepultado por los cascotes de la guerra. Aunque no parece llegar a un acuerdo se antoja complicado. «Puedo adelantar que las negociaciones no serán fáciles para ninguno, ni para nosotros ni para ellos», reconocía este lunes Ígor Plotnitski, líder de la autoproclamada república popular de Lugansk. En los casi diez meses que dura el conflicto la ONU calcula que más de 5.300 ucranianos, civiles y combatientes, han perdido la vida.