«Creo que es un error creer que podemos hacer una cumbre europea y que luego los mercados milagrosamente se calmen», ha dicho Barroso, para añadir que este Consejo Europeo debe servir principalmente para eliminar «cualquier duda sobre la irreversibilidad del euro» y fijar una «orientación» de cara a avanzar en la integración europea en lo político y lo económico.
Algo parecido se ha dicho tantas veces que cabe la desconfianza. Sin embargo, en esta ocasión, el peligro para la eurozona es tan inminente y las propuestas tan audaces que también cabe esperar que se abra la puerta de la sensatez en la UE. Cuatro años de fracasos sucesivos en los intentos de frenar la crisis económica y financiera invitan a actuar decididamente.
Esa actuación la plantean desde Bruselas en cuatro patas. De forma inmediata y sin dar pistas, medidas para estabilizar la presión de los mercados sobre la deuda de los Estados, España e Italia, principalmente. A corto plazo, poner en marcha un plan para el crecimiento que los primeros ministros de esos dos países junto a la canciller alemana y el presidente francés cifraron en Roma en 130.000 millones de euros. A medio y largo plazo, una unión bancaria y fiscal que refuerce la unión política. De forma permanente, mantener el programa de reducción del déficit, suavizado o no, y de reformas estructurales en los 27.
Unas ideas concretas que, en el detalle, se convierten en un maremágnum de intereses contrapuestos, de cuya conjunción depende el éxito o fracaso de la cumbre. El revulsivo Hollande ha virado el camino exclusivo de la austeridad en Europa, con la bandera del crecimiento que enarbolan entusiastas los primeros ministros de España e Italia, Rajoy y Monti, y a la que se suma obligada y con interpretación propia, la alemana Merkel.
La canciller y el presidente francés se reunieron este miércoles en París para acordar cómo salir de sus diferentes visiones de la jugada con algo parecido a un consenso. En su entrevista quisieron ya dar los titulares: «coherencia, fuerza, unidad y solidaridad» es la receta de Hollande; «construir la Europa fuerte y estable del mañana» dijo Merkel.
Detrás de las grandes frases está el condicionamiento alemán a soltar amarras de solidaridad solo si hay un verdadero control fiscal y presupuestario de los Estados desde la UE. Si se consigue, Merkel estaría dispuesta a abrir mecanismos de mutualización de la deuda, que Bruselas propone como solución. Sin embargo, sobre los eurobonos, ya se sabe, no existirán «mientras yo viva», dijo la canciller.
Hollande firma de antemano el paquete de medidas servido en la cumbre. Parte como vencedor, ya que la base del crecimiento es suya, pero ha olvidado su oposición férrea al pacto fiscal y tiene que sortear el principio de cesión de soberanía que implica la hoja de ruta propuesta.
España es el país más interesado en el éxito de este Consejo Europeo. El objetivo prioritario de Rajoy es que de esta cumbre salga una solución urgente que permita reducir la prima de riesgo española , es decir, una decidida intervención del Banco Central Europeo, y un «calendario claro» hacia la unión bancaria que permita lanzar un mensaje de «fortaleza» y de «credibilidad» en el euro, según fuentes de Moncloa. Desde el Eurogrupo ya se ha rechazado la posibilidad de que en este momento pueda hacerse una recapitalización directa a los bancos sin pasar por los Estados. La normativa actual no lo permite. España, en ese asunto, llega demasiado pronto.