Tras la ayuda económica a los bancos, el Memorándum de Entendimiento aprobado por el Eurogrupo podría ser el claro ejemplo de que las últimas medidas son, literalmente, impuestas por la Unión; pero el resultado de una lectura tranquila nos demuestra lo contrario. La realidad es que en el Memorándum no aparece ni una sola de las medidas tomadas por el Gobierno el pasado miércoles, sino condiciones para el sector financiero. Es más, parece estar dirigido a solucionar el problema de la deuda privada española, además de intentar proteger a los contribuyentes en vez de a los acreedores y vigilar de cerca a los bancos españoles que reciban el dinero del Fondo de Rescate, que no es más que público de todos los europeos ¿o acaso iban a dejarlo en manos de los mismos que gestionaron y supervisaron las Cajas? Son cuestiones diferentes, los recortes no provienen directamente del rescate bancario.
Por otro lado, y aunque la condicionalidad macroeconómica es muy probable que exista, la Comisión Europea -dentro del margen de sus reducidas competencias económicas como el Semestre Europeo-, puede recomendar y supervisar a los Estados Miembros las medidas para reducir el déficit excesivo, pero a lo máximo a lo que puede llegar es a imponer sanciones una vez los datos no se ajusten a lo esperado. Ni más ni menos.
Además, recordemos que el Gobierno de Rajoy ya había actuado con ambigüedad sobre aumentar el IVA desde los Presupuestos, pero prefirió dejarlo de lado hasta que no hubiera más remedio, o hasta simular que lo hace por obligación externa, y así salir airoso de la situación eludiendo responsabilidades. Una actuación de comunicación muy en la línea de otras imprecisiones y eufemismos que ha estado usando el Ejecutivo hasta ahora.
Es indudable que, oficialmente, la Comisión y el Consejo ya habían recomendado desde la legislatura pasada aumentar el IVA. Pero también habían recomendado subir la partida en I+D y medidas contra la pobreza. El Gobierno ha tomado lo que le ha parecido oportuno.
En realidad, estas medidas continúan con el perfil que los gobiernos conservadores soberanamente decidieron adoptar; es decir primero acabar con el déficit cueste lo que cueste, y luego ya preocuparse por el crecimiento. Línea que Rajoy no ha hecho más que defender con frases célebres como: «No es Merkel quien nos impone la austeridad, somos nosotros quienes la aplicamos porque creemos en ella». La cuestión de que sea el déficit el problema más urgente de Europa es cuestionable después de todas las señas que los gobiernos han dado estos años para reducirlo, y que no han hecho sino agravar la situación. Pero no sólo es culpa de Bruselas, sino de los gobiernos que los europeos hemos decidido nombrar y a los que la Comisión se doblega.
A Hollande por ejemplo, que decidió tomar la posición de «el mejor de los malos» antes que «el peor de los buenos» -en referencia a las posiciones de Norte y Sur- sus medidas le han pasado factura, pero para bien. Francia ha conseguido financiarse a tipos de interés negativos, todo un récord para los países del Mediterráneo, y un jarro de agua fría para los agoreros que decían que Hollande no sería bien recibido por los mercados y que llevaría a Francia a la ruina nada más ser elegido.
Pero las medidas de Rajoy coinciden con las de los gobiernos que siguen en el camino de «primero déficit, segundo déficit y tercero déficit» como Montoro nos explicó tan elocuentemente, aunque impliquen lapidar el consumo y el crecimiento. Por tanto, sólo nos queda rezar para que la UE sea una unión más perfecta que permita recibir, de una forma u otra, transferencias económicas para motivar el crecimiento y el radical cambio de modelo productivo que España necesita para los próximos años.
Es decir, por medio de una estructura económica fuerte por encima de las nacionales, porque el Estado ha preferido ocuparse de lo urgente y dejar lo importante. Por ejemplo la Comisión ya ha dicho que abrirá financiación de 8.100 millones de euros este año solo para I+D en todo el continente; una buena noticia, pero si el presupuesto de la UE sigue con menos del 1% del PIB de los Estados, no parece que pueda hacer mucho más.
España no estará propiamente intervenida hasta que el Estado español deje de financiarse en el mercado (algo que, si continuamos con estos altísimos tipos de interés, ocurrirá dentro de poco). Hasta entonces, el Gobierno decide qué hacer, qué recomendaciones seguir, qué prioridades tomar, y cómo negociar. Porque otra cosa es el intento que ha hecho de jugar una partida de póker continua en el Consejo Europeo que ha minado la credibilidad ante el resto de los gobiernos europeos haciendo que nos exijan más, pero eso tampoco es culpa de la Unión Europea. Rajoy es, como dijo The Guardian, rehén de su propio discurso de austeridad.