En la Cumbre sobre Seguridad Nuclear del 25 de marzo en La Haya, Nazarbayev saltó la valla diplomática al ofrecer su firme apoyo al líder de Rusia, Vladimir Putin, arquitecto de la anexión de Crimea.
Nazarbayev culpó a las nuevas autoridades de Ucrania de precipitar la crisis, al alegar que en Kiev se había perpetrado «un golpe de Estado». También señaló que en Ucrania había «discriminación de las minorías», brindando así una fachada diplomática a la posición de Rusia.
Funcionarios ucranianos furiosos calificaron de «inaceptables» los comentarios de Nazarbayev. Un representante del Ministerio de Relaciones Exteriores de Kazajstán se apresuró a replicar que la reacción ucraniana estuvo «dictada por las emociones y no por el sentido común».
La ocasión señaló la segunda protesta de Kiev en una semana: el 20 de marzo se había quejado porque Astaná había reconocido el referendo de Crimea del día 16, que Rusia usó como justificación para anexionarse la península.
El 27 de marzo, Kazajstán se abstuvo en una votación contra una resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que declaró inválido el plebiscito.
La crisis está generando una presión considerable sobre el enfoque exterior de Nazarbayev, que se asienta en mantener buenas relaciones con todas las potencias.
Esa política y la abundancia de recursos naturales elevaron el perfil internacional de Kazajstán en la era posterior a la Unión Soviética. Sin embargo, las recientes declaraciones de Nazarbayev están conduciendo al país hacia «un callejón sin salida» diplomático, advirtió el líder de la oposición, Amirzhán Kosanov.
«Kazajstán perdió su independencia para evaluar los acontecimientos mundiales y, deliberadamente o no, se está volviendo rehén de la política exterior del Kremlin», nos dijo Kosanov. La posición prorrusa de Kazajstán está causando una consternación interna generalizada.
Los críticos se inquietan ante el peligro de que la doctrina de Putin de intervenir para proteger a los rusos de Crimea pueda terminar aplicándose a Kazajstán, aunque en circunstancias actualmente inimaginables, pues Astaná y Moscú son aliados y los derechos de los rusoparlantes, aglutinados en el norte del país, están garantizados.
Pero las similitudes entre Kazajstán y Ucrania son notables: ambos son Estados que fueron soviéticos, que comparten extensas fronteras con Rusia y que son hogar de importantes minorías de origen ruso (22 por ciento de la población en el caso kazajo).
«La posición de Kazajstán está dictada no tanto por el credo como por el temor... Los hechos de Crimea son un escenario posible para Kazajstán también», señala el analista Aidos Sarym, radicado en Almaty.
Títulos sensacionalistas en toda la prensa kazaja ilustran las aprensiones reinantes.
«¿Kazajstán está amenazado de ocupación para mañana?», bramó el Assandi Times. «¿Kazajstán es arrastrado hacia una guerra ajena?», se preguntaba la revista Adam Bol.
«Al apoyar la anexión de Crimea, Akorda (la administración presidencial) está alentando posibles sentimientos separatistas dentro del país», dice Kosanov.
Dosym Satpayev, director del Grupo de Evaluación de Riesgos con sede en Almaty, cree que el respaldo de Nazarbayev a Rusia en detrimento de Ucrania puede representar lo que ve como el menor de dos males.
Para el presidente de 73 años, que lleva más de dos décadas en el poder, el temor al disenso interno supera toda preocupación de «posibles inclinaciones separatistas dentro de Kazajstán», opina Satpayev. «Eso significa que los temores de revoluciones y golpes de Estado resultan mayores para los dirigentes de Kazajstán que la amenaza de separatismo».
Sin inmutarse por la posición pro-Kremlin de Nazarbayev, gobernantes occidentales, como el presidente estadounidense Barack Obama, el primer ministro británico David Cameron o el presidente francés François Hollande, hicieron fila para reunirse con él en La Haya.
Esto sugiere que Kazajstán todavía tiene mucho espacio para volteretas diplomáticas que lo devuelvan a su tradicional política exterior.
Además de tener la mira puesta en las reservas kazajas de petróleo y gas, los dirigentes de potencias occidentales pueden estar esperando que, tras las bambalinas, el veterano Nazarbayev consiga ejercer alguna influencia apaciguadora sobre el irascible Putin.
Astaná ha emitido pronunciamientos prorrusos confusos, con declaraciones sobre la necesidad de preservar la soberanía de Ucrania, realizando lo que Sarym llama «un acto de equilibrio verbal».
La cumbre nuclear también ofreció a Nazarbayev una oportunidad de relaciones públicas para destacar los contrastes entre Kazajstán y Ucrania, dijo Satpayev, y para exhibir «la estabilidad interna kazaja en materia política y étnica».
Nazarbayev ha dejado claro que, más allá de la política externa equilibrada ante las distintas potencias, considera a Rusia como el principal aliado geoestratégico de su país.
Rusia es el mayor socio comercial de Kazajstán; el año pasado aportó el 36 por ciento de las importaciones, por valor de 17.600 millones de dólares, y fue destino del siete por ciento de las exportaciones, por un valor de 5.800 millones de dólares.
Si bien la balanza comercial favorece a Rusia, este país es un importante consumidor de productos kazajos no petroleros, a diferencia de la mayoría de los demás compradores. Y este es un aspecto crucial para Kazajstán.
Este país también está vinculado a la cooperación económica con Rusia por ser miembro de la Unión Aduanera, una zona trilateral de libre comercio que incluye a Bielorrusia y que, mediante un acuerdo que debe firmarse en mayo, se convertirá en la Unión Euroasiática a partir de 2015.
La inclinación de Ucrania hacia Occidente dio aún más significación política a los planes de Putin para la Unión Euroasiática. Nazarbayev fue quien propuso la integración euroasiática en 1994, pero en la actualidad tiene resquemores hacia los componentes políticos de ese proceso.
En La Haya, el mandatario se esforzó por enfatizar que Kazajstán tiene «un interés económico puramente pragmático» en la Unión, que permite a su país mediterráneo acceder al Mar Negro a través de territorio ruso sin pagar aranceles.
No debería olvidarse que, además de lo político y económico, hay un «factor mental» que contribuye al apoyo de Kazajstán a Rusia, sugiere Sarym.
Muchos integrantes de la cúpula política (incluido Nazarbayev) han ocupado altos cargos desde la era soviética y, según su visión, «Moscú es el centro del mundo y el Kremlin una Meca cultural».