El número de muertes hasta la fecha bien puede ser superior a 150,000. Las cárceles y los centros de detención improvisados se están llenando de hombres, mujeres e incluso niños. Se han generalizado las ejecuciones sumarias y las torturas indescriptibles. La gente también está muriendo de hambre y de enfermedades infecciosas que antes eran poco comunes. Yacen en ruinas urbes enteras y parte del gran patrimonio arquitectónico y cultural de la humanidad. La República Árabe Siria es hoy día, y cada vez en mayor medida, un Estado en descomposición.
Las Naciones Unidas han trabajado con denuedo por abordar las raíces profundas del conflicto y hacer frente a sus repercusiones devastadoras. Nuestros esfuerzos humanitarios y de otro tipo están salvando vidas y mitigando el sufrimiento. Sin embargo, nuestro objetivo fundamental poner fin al conflicto sigue sin cumplirse. Las inciertas perspectivas de paz se han ensombrecido aún más con el estallido de la violencia y las tensiones sectarias en el Iraq. La cohesión y la integridad de dos grandes países, no de uno solo, están en juego.
Los seis puntos siguientes pueden trazar el rumbo a seguir de manera integral y respetando determinados principios.
En primer lugar, poner fin a la violencia. Es irresponsable que las potencias extranjeras sigan dando apoyo militar a las partes en la República Árabe Siria que cometen atrocidades y violan de forma flagrante los principios fundamentales de los derechos humanos y el derecho internacional. He instado al Consejo de Seguridad a que imponga un embargo de armas. Las partes tendrán que volver a sentarse en la mesa de negociaciones. ¿Cuántas personas más tendrán que morir antes de que lo hagan?
En segundo lugar, dar protección a las personas. Las Naciones Unidas siguen realizando un enorme esfuerzo de socorro humanitario. El Gobierno, sin embargo, sigue imponiendo restricciones irrazonables al acceso; ha retirado suministros médicos de los convoyes de ayuda y de manera deliberada ha privado de alimentos y castigado colectivamente a las comunidades que considera simpatizantes de la oposición. Algunos grupos rebeldes han actuado del mismo modo. Por su parte, la comunidad internacional ha aportado apenas un tercio de los fondos necesarios para las actividades de socorro. Reitero mi llamamiento para que se ponga fin a los asedios y se conceda un acceso humanitario irrestricto a través de los distintos frentes dentro del país y de las fronteras internacionales.
En tercer lugar, iniciar un proceso político serio. Las partes beligerantes bloquearon sistemáticamente las incansables iniciativas de dos de los diplomáticos más destacados del mundo, el Sr. Kofi Annan y el Sr. Lakhdar Brahimi. La elección presidencial celebrada a principios de este mes, que no cumplió ni siquiera las normas mínimas de una votación auténtica, constituyó un nuevo golpe. Pronto nombraré un Enviado Especial para que trate de encontrar una solución política y lograr la transición hacia una nueva Siria. Los países de la región tienen la responsabilidad particular de ayudar a poner fin a esta guerra. Celebro los contactos recientes entre el Irán y la Arabia Saudita y abrigo la esperanza de que fomenten la confianza y reviertan la competencia destructiva en la República Árabe Siria, el Iraq, el Líbano y en otros lugares. Hay grupos de la sociedad civil siria que están haciendo esfuerzos valientes por preservar el entramado de la sociedad y mantener abiertos los cauces de solidaridad y diálogo.
En cuarto lugar, asegurar que quienes cometan delitos graves rindan cuentas de sus actos. El mes pasado, no llegó a aprobarse en el Consejo de Seguridad una resolución que tenía por objeto remitir el conflicto a la Corte Penal Internacional. Pido a los Estados Miembros que no aceptan a la Corte Penal Internacional, pero afirman que apoyan la rendición de cuentas en la República Árabe Siria, que presenten alternativas dignas de crédito. El pueblo sirio tiene derecho a la justicia y a luchar contra la impunidad.
En quinto lugar, concluir la destrucción de las armas químicas en la República Árabe Siria. Las Naciones Unidas y la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas han trabajado de consuno para destruir o transportar fuera del país todos los materiales declarados de lo que otrora fue un gran arsenal. Muchos Estados Miembros han proporcionado recursos esenciales y apoyado esa difícil tarea, que se llevó a cabo en una zona de guerra, y que a partir de ahora se completará en diversas instalaciones fuera de la República Árabe Siria. Si bien casi la totalidad de las muertes en la República Árabe Siria ha sido causada por armas convencionales, resulta indispensable fortalecer la norma mundial que prohíbe la producción y el empleo de armas químicas.
En sexto lugar, abordar las dimensiones regionales del conflicto, incluida la amenaza extremista. Hay combatientes extranjeros que combaten en ambas partes, lo que aumenta el nivel de violencia y exacerba los odios sectarios. Si bien no debemos aceptar ciegamente la demonización por el Gobierno de la República Árabe Siria de todos los elementos de la oposición como terroristas, tampoco debemos cerrar los ojos ante la amenaza real que suponen los terroristas en Siria. El mundo debe unirse para eliminar la financiación y el apoyo de otro tipo a Jabhat al-Nusra y el Estado Islámico del Iraq y el Levante (ISIS). El ISIS también constituye una amenaza para todas las comunidades del Iraq; es fundamental que los dirigentes, tanto políticos como religiosos, de la región hagan un llamado a la moderación y eviten caer en una espiral de ataques y represalias.
Por el momento, el mayor obstáculo para poner fin a la guerra radica en la idea de que se puede ganar por la vía militar. Rechazo la narrativa actual de que el Gobierno de Siria está «ganando». La conquista de territorios mediante bombardeos aéreos de barrios civiles densamente poblados no es una victoria. Privar de alimentos a comunidades asediadas para que se entreguen no es una victoria. Incluso aunque una de las partes se imponga a corto plazo, el número devastador de víctimas habrá sembrado la semilla de un futuro conflicto.
Las peligrosas tensiones sectarias, el desplazamiento en masa de refugiados, las atrocidades que se cometen a diario y la propagación de la inestabilidad hacen que la guerra civil en la República Árabe Siria se convierta en una amenaza mundial. Todos los valores que defendemos, y todos los motivos por los que existen las Naciones Unidas, están en juego en el desolador panorama de la Siria de hoy. Ya es hora de que la comunidad internacional, en particular el Consejo de Seguridad, asuma sus responsabilidades.
* Artículo publicado en CINU (Centro de Información de las Naciones Unidas)