El último incidente fatal ocurrió el 29 de marzo en el Arena Corinthians, en la sureña ciudad de São Paulo. Fábio Hamilton da Cruz, de 23 años, murió al caer de una altura de ocho metros, cuando trabajaba en el montaje de unas gradas.
La muerte provocó el cierre parcial de las obras por parte de la justicia, que exigía que la empresa demostrara que había corregido los fallos de seguridad. Pero el lunes 7, el Ministerio de Trabajo autorizó que se reanudaran los trabajos, ya que el estadio debe estar listo para el partido inaugural del Mundial, el 12 de junio.
El 7 de febrero, el portugués Antônio José Pita Martins, de 55 años, falleció cuando una pieza que desmontaba de una grúa cayó sobre su cabeza, en el estadio Arena da Amazônia, en la norteña ciudad de Manaus.
En esa obra había fallecido Marcleudo de Melo Ferreira, de 22 años, el 14 de diciembre. El joven cayó de una altura de 35 metros cuando se rompió una cuerda a las cuatro de la madrugada.
Ese mismo día, al lado del estadio, murió de un infarto José Antônio da Silva Nascimento, de 49 años, mientras trabajaba en la construcción del Centro de Convenciones de Amazonas, que integra el complejo preparado para el campeonato de fútbol. La familia se quejó de las condiciones laborales y de las jornadas «de domingo a domingo».
El 28 de marzo de 2013 había fallecido un cuarto operario en la Arena da Amazônia, Raimundo Nonato Lima da Costa, de 49 años, por traumatismo craneal tras caer de una altura de cinco metros.
En São Paulo, el 27 de noviembre de 2013 murieron otros dos obreros, Fábio Luiz Pereira, de 42 años, y Ronaldo Oliveira dos Santos, de 44, cuando cayó una grúa en el estadio del club Corinthians, más conocido como «Itaquerão».
Un paro cardio-respiratorio acabó con la vida de Abel de Oliveira, de 55 años, el 19 de julio de 2012. El hombre se sintió mal mientras trabajaba en la construcción del Minas Arena, popularmente llamado «Mineirão», en la ciudad de Belo Horizonte, centro-sur de Brasil.
El primer accidente fatal de las obras de la Copa FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) ocurrió el 11 de junio de 2012, cuando un trabajador de 21 años, José Afonso de Oliveira Rodrigues, cayó de una estructura de 30 metros de altura en el Estadio Nacional de Brasilia.
«El gobierno presiona a las empresas y estas descargan en los operarios, que están pagando con sus vidas», nos dijo el dirigente Antônio de Souza Ramalho, presidente del Sindicato de los Trabajadores de las Industrias de la Construcción Civil de São Paulo (Sintracon-SP) y diputado estatal del Partido de la Socialdemocracia Brasileña.
Fue una «irresponsabilidad» retrasar las obras y, «con la fecha encima, matar a los trabajadores con jornadas extenuantes de hasta 18 horas por día», afirma. «Los males de la Copa van a dejar secuelas por muchos años. No podemos aceptar accidentes, son algo criminal», señala.
Según el sindicalista, los obreros habían advertido de la posible caída de la grúa que mató a dos trabajadores en São Paulo. En la zona donde se levanta el estadio del Corinthians se había rellenado una cantera a toda prisa para sostener la grúa que transporta las piezas de la estructura que cubre el estadio, cuando se necesitaba construir una base de cemento armado, dice Ramalho.
«Los propios trabajadores y los ingenieros de seguridad advirtieron que eso era inseguro. Sabemos que fue la prisa, pues hacer la base de cemento requería 60 días y tenía su precio. Prefirieron improvisar», sostiene.
Varios meses después de esas muertes, todavía se desconoce el resultado de la investigación técnica.
En diciembre, el Ministerio de Trabajo y Odebrecht, la empresa contratista, firmaron un compromiso de ajuste de conducta que impide a los operarios de las grúas hacer horas extras o trabajar de noche.
La jornada del resto de los trabajadores debe ser de siete horas y media, más una hora para almorzar, y solo pueden hacer dos horas extra diarias.
Pero, según Ramalho, el acuerdo «no se cumple». «Presenté una denuncia para que la policía investigue. Estamos viviendo una enorme inseguridad jurídica», asevera.
Una de las principales irregularidades de las obras en São Paulo son los contratos llave en mano, en los que se paga al trabajador por un servicio específico en un plazo determinado. «Al pagarse por tarea realizada, se evaden las leyes laborales que prevén cargas sociales. Todo el mundo lo sabe, pero no hay cómo probarlo», lamenta Ramalho.
El presidente del Sindicato de Trabajadores de las Industrias de la Construcción Civil del norteño estado de Amazonas, Eduardo Lopes, nos dijo que «el riesgo es inherente a la construcción, pero la carrera para entregar las obras genera un peligro mucho mayor, sin duda.
Sin embargo, «en los dos accidentes fatales (en la Arena da Amazônia), las personas llevaban el equipamiento de seguridad», dijo. «Fue imprudencia de los trabajadores que incumplieron las normas e ingresaron a zonas restringidas».
Lo cierto es que cuando el cronograma se acorta, la prevención pasa a segundo término, admite el ingeniero mecánico y de seguridad en el trabajo Jaques Sherique, del Consejo de Ingeniería de Río de Janeiro.
En la remodelación del estadio Maracanã de esta ciudad, concluida en abril de 2013, no hubo muertos, pero sí varios heridos, la mayoría por descarte inadecuado de materiales y heridas cortantes por manipulación y sobrecarga, sin contar las largas jornadas de trabajo, incluso nocturnas.
«La obra concluye y el trabajador enferma después. Cuando el estadio queda listo y bonito, la población de operarios sale abrumada, agotada y estresada», describe.
La construcción civil es el sector que crea más empleos en Brasil, con 3,12 millones de nuevos puestos en 2013, pero también donde más aumentan los accidentes. En 2010, se registraron 55.000 y en 2012 subieron a 62.000, un aumento del 12 por ciento, según el Ministerio de Trabajo.
Solo en São Paulo se quintuplicaron los accidentes laborales de la construcción en los últimos dos años, indican datos recopilados por Sintracon-SP. En 2012 sumaron 1.386 y 7.133 en 2013.
En las obras para los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, Rusia, murieron más de 60 obreros, según la Internacional de Trabajadores de la Construcción y la Madera. En las de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, no hubo muertes.
«Muchas veces los operarios se alegran cuando se accidentan porque van a casa a descansar. Y los que resisten van a desarrollar dolencias más tarde», comenta el ingeniero Sherique.
Resulta paradójico, pero las enfermedades laborales que ganan protagonismo en esta industria son los disturbios mentales o psicosociales, destaca Sherique. «Es un legado perverso y subregistrado», la parte sumergida del iceberg de la seguridad laboral: las dolencias adquiridas en el trabajo.
Esto no preocupa a la industria, especialmente en las obras deportivas que entrañan un ritmo intenso, presión y plazos. La ley prevé una indemnización del seis por ciento del salario de un trabajador durante el período en que está expuesto a actividades peligrosas, insalubres o nocivas.
«Esto no es razonable ni correcto», opina Sherique, porque «la mayoría de las veces estas enfermedades ni siquiera se notifican».
En 2011, el Tribunal Superior del Trabajo lanzó un programa nacional de prevención de accidentes laborales que, sin embargo, «no ha tenido resultados reales», valora el especialista.