DAKAR, (IPS) - «Fue Ibrahima Sarr, un amigo y compañero de pesca quien me introdujo en el tráfico de personas», cuenta el senegalés Dudu Ndoye con la amarga convicción de un hombre redimido. Ahora vuelve a vivir del mar, pero en una actividad legal gracias a la ayuda de un proyecto de cooperación. «Nuestros clientes pagaban entre 200.000 y 300.000 francos CFA (de 400 a 600 dólares) por persona, y cabían 96 pasajeros en cada piragua», nos dice.
Sarr y Ndoye eran «pasadores», contrabandistas que organizaban peligrosos viajes desde la costa de Mauritania rumbo a las Islas Canarias en piragua.
En esas aguas quedaron los sueños y la vida de muchos emigrantes de la comunidad pesquera de Ndoye, Thiaroye-sur-mer. Más de 156 jóvenes de este poblado, ubicado a las afueras de Dakar, murieron en el intento, según el Colectivo de Mujeres para la Lucha contra la Emigración Clandestina (Coflec, por sus siglas en francés).
Según la organización, quedaron 88 niñas y niños huérfanos. Además 374 menores de esa localidad están detenidos en España y 210 fueron repatriados desde España, Cabo Verde y Marruecos, donde se preparaban para hacerse a la mar.
«Siete primos míos desaparecieron en alta mar», contó Ndoye. «Solo de mi barrio murieron siete jóvenes más, dos fueron repatriados tras ser haber sido detenidos por la guardia costera marroquí», añade.
Hace cinco años, en el entierro de unos jóvenes que murieron tratando de emigrar, Yayi Bayam Diuf decidió que ya era suficiente. «Me dispuse a organizar a las mujeres que habían perdido esposos, hijos o hermanos en la travesía, y crear una asociación de lucha contra esta maldición», relata Diuf, presidenta de Coflec.
La organización, que se creó en 2007, lucha contra la emigración clandestina de dos formas, haciendo campaña para crear conciencia sobre los riesgos de emigrar de esa forma y generando oportunidades para impulsar a los jóvenes a quedarse y construir un futuro en Thiaroye-sur-mer.
En la actualidad, la organización tiene 375 miembros y una amplia gama de actividades generadoras de ingresos. El procesamiento de alimentos incluye cuscús de maíz, mijo y frijol. También trabajan con productos del mar y venden tres toneladas al año de pescado ahumado y seco, así como camarones.
Además hacen jugo con lo que tengan a mano, limones, naranjas y mangos, hibiscos y jengibre y también de ditakh, una fruta popular en la región del Sahel, África occidental. Se usa su pulpa verde escondida en una cáscara marrón.
Coflec también fabrica tres toneladas por año de jabón, a partir de productos locales como palma aceitera, soda cáustica, manteca de karité y aceite de ním, con lo que generan unos 16.000 dólares.
En total, la organización produce 30 toneladas de distintos productos que vende en el mercado local, en el vecino Malí, Burkina Faso y Costa de Marfil, e incluso en Europa y Estados Unidos, actividad que les reporta unos 70.000 dólares al año. Con el dinero suelen ofrecer pequeños créditos. Disponen de 20.000 dólares al año para sus miembros y otras personas que tratan de establecerse tras haber sido repatriadas de Europa.
Coflec también destinó 100.000 dólares a la compra de dos barcos de pesca a fin de ayudar a 50 pasadores arrepentidos a dedicarse a una actividad legítima en el mar, dice Diuf. «Reunimos los recursos necesarios gracias a nuestras aportacioes y a fondos de la Fundación Bénéteau, con sede en Francia. La cooperación española también nos ayudó», señala.
Pero para Ibrahima Sarr, el amigo de Ndoye, estas iniciativas han llegado demasiado tarde. Se perdió en el mar tras probar suerte en una piragua y partir en busca de El Dorado en Europa.
Para otros jóvenes de Thiaroye-sur-mer, la energía y la iniciativa de Coflec les permite soñar con un futuro mejor, cerca de casa.