El desarrollo y el aumento de los niveles de contaminación siguen estrechamente vinculados, como se evidencia claramente en China e India. Sin embargo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ofrecen una gran oportunidad para frenar la contaminación y reorientar las economías hacia vías de desarrollo limpio y verde.
«La clave para el desarrollo y la mejora de la salud de todos requieren estrategias nuevas y limpias para el desarrollo económico», ha dicho Fernando Lugris, representante especial del ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay para asuntos del ambiente y funcionario de la embajada de su país en Berlín. «No se puede ignorar el impacto global de los productos químicos tóxicos en los ODS».
Existen al menos 143.000 productos químicos artificiales registrados, y la mayoría no ha sido sometida a estudios por sus posibles consecuencias para la salud. Además, el mundo genera más de 400.000 toneladas de residuos peligrosos cada año, según denunciaba Julian Cribb en «Poisoned Planet: How constant exposure to man-made chemicals is putting your life at risk» (Planeta envenenado: cómo la constante exposición a productos químicos artificiales pone en peligro su vida).
La nieve en la cima del Monte Everest está demasiado contaminada para beberla. Un estudio concluyó que los recién nacidos están contaminados con una media de 212 sustancias químicas diferentes, según Cribb.
Los ODS serán una nueva serie de objetivos, metas e indicadores universales que los países deberán utilizar para definir sus agendas y políticas públicas entre 2016 y 2030. Ellos amplían los Objetivos de Desarrollo del Milenio(ODM), el marco aplicado entre 2000 y 2015, que estaban concentrados en los países del Sur en desarrollo.
Aunque no todos los ODM se han alcanzado, han sido cruciales para enfocar la ayuda y las políticas de desarrollo, así como un punto de referencia muy visible para medir los esfuerzos internacionales. Los 17 ODS que se han propuesto incluyen metas para erradicar la pobreza y el hambre, lograr una vida sana, brindar una educación de calidad, lograr la igualdad de género y reducir las desigualdades.
El tercer ODS, enfocado a «garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos de todas las edades», incluye una meta específica de reducción de la contaminación. «Reducir sustancialmente para 2030 el número de muertes y enfermedades como consecuencia de productos químicos peligrosos y de la contaminación del aire, el agua y el suelo», estipula.
«La meta es genial, pero nos preocupa el indicador propuesto actualmente», dice Richard Fuller, de Tierra Pura, una organización independiente estadounidense, antes conocida como el Instituto Blacksmith, que ayuda a limpiar sitios de desechos tóxicos en los países más pobres. Tierra Pura también integra la Alianza Mundial para la Salud y contra la Contaminación (GAHP, en inglés).
Los indicadores de los ODS son herramientas o métodos para medir el progreso en el logro de una meta. Contar con el indicador adecuado es fundamental para saber si el objetivo se ha logrado, explica Fuller. Sin embargo, el único indicador actual es la medición de los niveles de contaminación del aire en las zonas urbanas. «No hay nada en este momento sobre el agua o el suelo o la contaminación del aire interior», subraya.
Pero queda tiempo para cambiar esa situación. Los ODS se aprobarán en la sesión de la Asamblea General de la ONU del 25 al 27 de septiembre. La Comisión de Estadística de las Naciones Unidas que está preparando los indicadores para los 17 ODS y sus 169 metas ha advertido que no podrá concluir su labor hasta marzo de 2016.
La GAHP, junto con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Alemania, Suecia y Uruguay han propuesto un conjunto más amplio de indicadores basados en mediciones de mortalidad y discapacidad en el marco de la metodología denominada carga global de enfermedad. Aunque se entiende que la exposición a la contaminación tiene efectos graves sobre la salud, eso puede ser difícil de cuantificar.
La Organización Mundial de la Salud y el Instituto para los Indicadores y la Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington han desarrollado una forma de medir las consecuencias de la contaminación en la salud utilizando los años de vida ajustados por discapacidad. «Este es un indicador aceptado, aunque tendrá que mejorar, ya que todavía no cubre los impactos de la contaminación en los suelos», explica Fuller.
La GAHP ha propuesto que el indicador de la reducción de la contaminación muestre las tasas actuales de mortalidad y discapacidad generadas por las distintas formas de contaminación, en comparación con una base de referencia de 2012 fijada mediante la metodología de la carga global de enfermedad.
«La contaminación afecta a todos y a todo, pero la conciencia de sus repercusiones es escasa», afirma Lugris, «Este es el momento justo para poner el tema sobre el tapete».