Por el momento, el británico Lord Jonathan Hill, de Servicios financieros, debe repetir su examen para dar más explicaciones sobre la pesada piedra que tiene a sus espaldas: su pasado como lobbista del mismo ramo del que pretende ser Comisario. Fue el elegido por David Cameron para el cargo, el premier fue precisamente el líder que más se opuso a la candidatura de Jean-Claude Juncker a presidir el Ejecutivo europeo.
Por su parte, Miguel Arias Cañete tiene que esperar a que analicen su declaración de intereses que cambió a pocas horas de comparecer. La eurodiputada socialdemócrata, la belga Kathleen Van Brempt, pidió a la Comisión de asuntos legales del Parlamento que analizara de nuevo el documento, donde el español añadía las retribuciones extra que había cobrado del Partido Popular.
Los socialdemócratas tensaron la cuerda contra Cañete, preguntando en cada intervención sobre los negocios de su cuñado, Miguel Domecq, en empresas petrolíferas. Según un documento distribuido por el grupo de Los Verdes, la familia política del ex ministro de agricultura, posee un 70% de acciones en empresas dedicadas al sector petrolífero.
Del mismo modo que Lord Hill, la sombra del conflicto de intereses pesa, aunque el español aguantó estoico los comentarios de los eurodiputados. Y aseguró con rotundidad que ni él, ni su mujer, ni su hijo poseían acciones en ninguna empresa, lo que considera como «familia directa». Cañete no pronunció la palabra «cuñado» e irritó a los socialdemócratas. Pero la actitud del grupo político también molestó a los populares, que consideran que los ataques al español ponen en peligro la supervivencia de la coalición entre populares, socialistas y liberales.
Al día siguiente de Cañete, le tocó el turno al socialdemócrata Pierre Moscovici, al que los populares pusieron contra las cuerdas. Fue criticado por haber sido ministro de Economía de Francia, país que ya ha anunciado que seguirá sin cumplir la cifra de déficit, y candidato a velar por las cuentas públicas de los Estados miembros. Algo que el grupo liderado por Manfred Weber considera una incongruencia.
El futuro de Moscovici y Cañete se decide el lunes y el martes respectivamente, aunque socialdemócratas saben que si cae el francés, el español también. Los liberales, por su parte, también han criticado a los socialdemócratas que votaron en contra de la Comisaria designada de Comercio, Cecilia Malmström.
Mientras Cañete era atacado por sus «desafortunados» comentarios durante las últimas elecciones y por su supuesto conflicto de interés, en una sala muy cercana, el húngaro Tibor Navracsics era examinado por la Comisión de cultura.
Elegido por el impopular primer ministro de Hungría, Viktor Orban, tuvo aprietos al defender su candidatura como futuro vigilante de la cultura, la educación y la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, cuyo respeto en su país ha sido varias veces puesto en entredicho. Los socialistas han pedido una segunda audiencia en que Navracsics deberá enviar por escrito su compromiso con los derechos comunitarios, porque durante su audición, sus explicaciones «no estuvieron en línea con los valores democráticos de la UE, especialmente aquellos reflejados en el artículo sobre la cultura del tratado de la Unión Europea», declaró la eurodiputada Petra Kammerevert.
Por su parte, el candidato griego Dimitris Avramopoulos futuro encargado de las políticas de inmigración convenció a las principales familias políticas. Avramopoulos, sin embargo, proviene de un país en el que la inmigración ha comportado crisis e incluso el auge de partidos xenófobos. La mayoría de partidos han coincidido en su experiencia como político, pero varias ONG han criticado que fuera el encargado de Defensa en el anterior gobierno de su país.
Aún quedan seis candidatos, algunos son pesos pesados dentro de la futuro Comisión, como Frans Timmermans. Sin embargo, a la vista de las últimas audiciones, todo hace temer que Juncker puede recibir un revés de la Eurocámara. En caso de que ello ocurriera, podría haber cambios de carteras o de nombres. No sería la primera vez, pero el crédito político del luxemburgués quedaría en entredicho antes incluso de haber tomado posesión de su cargo.