La presentación por parte del presidente de la CE, Durao Barroso, y el comisario de Economía, Olli Rehn, del plan para la creación de eurobonos es el comienzo de un debate a nivel europeo que se prevé largo y duro. Los partidarios lo presentan como la única solución duradera a la crisis. Bruselas plantea tres posibles opciones.
Una de ellas trataría de sustituir los bonos nacionales por otros de estabilidad. Una agencia de deuda de la eurozona distribuiría los ingresos a los Estados dependiendo de sus necesidades. Las garantías serían comunes y también el riesgo crediticio. En contra, que algún Estado podría caer en la tentación de descuidar su disciplina fiscal, ya que no tendría que soportar presión sobre su financiación.
En la segunda, se sustituirán los bonos de cada país por otros de deuda y garantías comunes. En este caso habría dos clases de bonos, es el llamado esquema «azul-rojo». Los «bonos azules» consistirían en la emisión de deuda soberana común hasta un límite preestablecido que podría no cubrir las necesidades de refinanciación de algunos Estados. El resto serían los «bonos rojos», de cada país, que solo tendrían las garantías nacionales. El mayor problema en este segundo caso sería qué cantidad de riesgo tendría que establecerse en los «bonos rojos».
La tercera opción es la sustitución parcial de los bonos nacionales con garantías diferentes pero sin que todos los Estados compartan el riesgo. Este sistema proporcionaría menos beneficio para la emisión común de deuda, pero su implantación sería mucho más sencilla. En este caso, unos Estados no se beneficiarían del crédito de otros, de forma que todos tendrían que mantener sus finanzas en orden para no volver a caer en manos del mercado. Es el único de los tres que no requeriría una reforma del Tratado de Lisboa, que conlleva un procedimiento largo administrativa y psicológicamente.
Un requisito indispensable para la implantación de los eurobonos, sea cual sea el sistema, es la estrecha vigilancia de los presupuestos de los Estados. Olli Rehn, ya había anunciado que la creación de eurobonos iría unida a una estricta disciplina fiscal.
Todos los Estados se verían obligados a presentar sus proyectos de presupuesto a la Comisión Europea y al Eurogrupo antes de someterlos a la votación de sus Parlamentos nacionales.
Los presupuestos serían examinados con lupa y si no cumplen el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que prohíbe un déficit superior al 3% del PIB, serían devueltos al país para que los modificara.
Otra condición es que la CE pueda recomendar a los países con graves problemas de financiación que permitan que se les rescate. Esto daría la gobernanza económica que pide el presidente de la Comisión Durao Barroso: «Sin más gobernanza económica es muy difícil, si no imposible, sostener una moneda común», ha dicho en diferentes ocasiones.
Barroso ha negado que su propuesta de eurobonos vaya en contra de Alemania, pero ha dejado en claro su postura frente a los que no están de acuerdo. «Creo que no es apropiado en nuestra UE decir desde el principio que no se pueda llevar a cabo un debate», ha dicho en rueda de prensa y ha añadido: «A veces escuchamos ideas que vienen de los Estados miembros con las que no estamos de acuerdo, algunas de ellas han sido extremadamente negativas, aumentando la falta de confianza y creando confusión». Ha aclarado que no hay una «oposición absoluta de ningún país», y que las únicas objeciones son de «calendario», seguramente electoral.
En Alemania la canciller Angela Merkel ha repetido su tesis favorita, antes de que la CE expusiera su proyecto: «las propuestas de eurobonos de Bruselas no funcionarán, puesto que la confianza sólo puede recuperarse a través de cambios en los Tratados». Alemania rechaza los eurobonos porque considera que encarecerán sus costes financieros y aflojará la presión sobre los países endeudados que no harán las reformas necesarias.