En un nuevo informe publicado este martes, investigadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con sede en París, sostienen que «la reducción de la desigualdad en los ingresos impulsaría el crecimiento económico».
La investigación muestra que los países donde esa desigualdad desciende «crecen más rápidamente que aquellos» donde aumenta. A los analistas les gustaría que los gobiernos tomaran medidas más enérgicas para reducir la desigualdad.
«El mayor impacto en el crecimiento es la brecha cada vez más grande entre la clase media baja y los hogares pobres en comparación con el resto de la sociedad», señala el informe titulado «Tendencias en la desigualdad de ingresos y su impacto en el crecimiento económico». «La educación es la clave: la falta de inversión en la educación de los pobres es el principal factor para que la desigualdad dañe al crecimiento», asegura.
Michael Förster, analista de la división de política social de la OCDE, explica que una de las razones «de que los pobres y las clases medias bajas queden rezagadas en las sociedades desiguales» es que carecen de los recursos para invertir en su educación o la de sus hijos, en comparación con los ciudadanos más pudientes. Los gobiernos deben modificar las estrategias que se basan en teorías económicas obsoletas, recomienda.
«El punto de partida común era que cuanto más se hiciera para mejorar la igualdad, más se dificultaría el crecimiento. La idea era que si usted le saca demasiado a quienes más ganan, a través de impuestos, tendrá menos crecimiento. No hallamos pruebas de eso. Sí encontramos que el aumento de la desigualdad es malo para el crecimiento», precisa Förster.
El estudio de la OCDE calcula que la desigualdad le ha costado «10 puntos porcentuales al crecimiento de México y Nueva Zelanda en las últimas dos décadas hasta la Gran Recesión». En Estados Unidos, Gran Bretaña e Italia, la «tasa de crecimiento acumulada habría sido de seis a nueve puntos porcentuales mayor de no haberse ampliado la disparidad en el ingreso», añade.
El secretario general de la OCDE, el mexicano José Ángel Gurría, dice que esta «evidencia convincente» demuestra que abordar la desigualdad es «fundamental para promover un crecimiento fuerte y sostenido», y debe estar en el centro de las discusiones de la política internacional. «Los países que promueven la igualdad de oportunidades para todos desde una edad temprana son los que van a crecer y prosperar», asegura.
Sin embargo, el economista estadounidense Jared Bernstein y otros señalan que es difícil establecer un vínculo sólido entre las desigualdades en la educación y el crecimiento económico. Estos analistas reconocen que los padres más ricos gastan más en instrumentos y «productos» educativos, y que los hijos e hijas de familias adineradas suelen estudiar en instituciones de élite, en contraste con los niños pobres que asisten a escuelas de menor calidad, pero discrepan sobre las consecuencias socioeconómicas de estas diferencias.
Con la «nueva evidencia», los investigadores de la OCDE aseguran que la desigualdad afecta al crecimiento más que nada porque «socava las oportunidades de educación de los niños con antecedentes socioeconómicos pobres, reduciendo la movilidad social y obstaculizando el desarrollo de habilidades».
«Las personas cuyos padres tienen bajos niveles de educación ven cómo sus resultados educativos se deterioran a medida que crece la desigualdad de ingresos. Por el contrario, el efecto es escaso o nulo en las personas cuyos padres tienen niveles medios o altos de formación académica», destaca un comunicado de la organización.
Los programas de lucha contra la pobreza no alcanzan para crear una mayor igualdad de oportunidades a largo plazo, sostiene el estudio. Entre las medidas esenciales se incluyen «las transferencias de efectivo y el aumento del acceso a los servicios públicos, como la educación, la formación y la salud de alta calidad».
Förster subraya que el estudio sobre la desigualdad se centró en los ingresos y no en la riqueza. Pero discusiones recientes han abordado ambos puntos, sobre todo en Francia desde la elección del presidente socialista François Hollande, en mayo de 2012.
Poco después de su elección, Hollande anunció el plan de gravar con un impuesto del 75 por ciento a todos los ingresos superiores al millón de euros. Los tribunales franceses aprobaron una versión moderada de la iniciativa, pero muchas familias adineradas ya se habían mudado a Bélgica y a otros países.
Economistas de distintos colores políticos discuten si el incremento impositivo es bueno para la economía, y el debate se agudizó con la publicación en 2013 de «El capital en el siglo XXI», del reconocido economista francés Thomas Piketty. El profesor defiende la creación de un impuesto internacional a la riqueza. Sus investigaciones muestran que la desigualdad en el ingreso se ha agrandado en muchos países, junto a 30 años de caída en la carga fiscal.
La brecha es particularmente notable en Estados Unidos, pero también en la «igualitaria» Francia, donde el uno por ciento de sus 66 millones de habitantes ganaba una media de 30.000 euros mensuales en 2010, frente a los 1.500 euros por adulto del 50 por ciento más pobre.
Según la OCDE, una situación similar existe en muchos de sus 34 países miembros, en los que hay europeos, pero también están Chile, Estados Unidos y México, entre otros. «El 10 por ciento más rico de la población en el área de la OCDE gana 9,5 veces el ingreso del 10 por ciento más pobre. En la década de 1980, esta proporción era de 7 a 1 y ha subido de forma continuada desde entonces», señala la organización.
En contra de esta tendencia, la desigualdad va en descenso en Chile y México, pero los ingresos de los más ricos son más de 25 veces superiores a los de los habitantes más pobres en ambos países.
La publicación conjunta de la OCDE y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal),sf1=LanguageCode&st1=ES&sort=sort_date/d&ds=Spanish&lang=en&m=2&dc=776&plang=es">Perspectivas económicas de América Latina 2015, que también se publicó este martes 9, analiza el papel de la educación y las habilidades, y los expertos sostienen que hay que hacer más para «elevar el nivel educativo y abordar las desigualdades socio económicas persistentes y sustanciales».
Förster nos señaló que la OCDE espera que los gobiernos consideren sus conclusiones como una base para cambiar las políticas. «De lo contrario no vamos a salir de la situación actual»