Las mediciones que se han realizado en regiones tropicales revelan que la elevación de sus mares (de 3,3 milímetros anuales) está ocurriendo a un ritmo más acelerado que el que ha favorecido el crecimiento de muchos corales en los últimos 10.000 años, indican investigaciones que se han conocido en el XII Simposio Internacional sobre Arrecifes de Coral.
La mayoría de los corales solo prosperan en aguas poco profundas, a las que llega abundante luz solar.
El sesenta por ciento del mar Caribe estuvo alguna vez cubierto de corales, que hoy solo ocupan el 10 por ciento, dijo el profesor emérito Jeremy Jackson, del Instituto de Oceanografía Scripps de California, en su discurso ante el simposio, que se ha celebrado en la ciudad australiana de Cairns. «Los corales son ecosistemas cruciales y amenazados».
La elevación del mar es apenas una de esas amenazas, además de la sobrepesca, la contaminación y el blanqueamiento provocado por el calentamiento global, apuntó. Una colorida pieza de coral está constituida por miles de diminutos animales, pólipos, que crean a su alrededor esqueletos calcáreos con forma de taza, usando calcio del agua del mar. Los colores los aportan las microalgas que viven en simbiosis con ellos.
Generación tras generación, los pólipos coralinos viven, construyen una parte del esqueleto que luego será el arrecife y mueren. Ese hábitat que crean es para sí mismos y para alrededor del 30 por ciento de todas las especies que habitan los océanos.
Cuando los corales soportan temperaturas muy altas o contaminación, empiezan a decolorarse por la muerte de las algas, se vuelven vulnerables a las enfermedades y mueren si el blanqueamiento dura demasiado. Los corales débiles o muertos se quiebran y sus escombros son arrastrados por olas y tormentas.
Es posible que Jamaica sea el país del Caribe donde los arrecifes se han deteriorado más. Subsisten apenas entre el cinco y el 10 por ciento, por culpa de la contaminación y la pesca excesiva. «Esto obedece a que la población es muy pobre», dice Jackson.
Sin embargo, cada isla es diferente. Las también caribeñas Bonaire y Curaçao mantienen entre el 20 y el 30 por ciento de su superficie original, que podría expandirse gracias al buen manejo, la creación de zonas donde se prohíba pescar, la reducción de la contaminación procedente de tierra y un acceso controlado de turistas, señala.
«Los arrecifes proporcionan protección costera, alimentos, turismo y otros servicios importantes, y perderlos tendrá enormes consecuencias para la sociedad humana», dice Roberto Iglesias Prieto, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Un estudio realizado en Belice estima que, sin arrecifes que protejan a las comunidades costeras, las tormentas podrían causar daños por 240 millones de dólares. Alrededor de 1.000 millones de personas dependen directa o indirectamente de los arrecifes para su sustento, y más de 2.000 millones tienen en los pescados y mariscos su principal fuente de proteínas.
A excepción de unos pocos puntos geográficos muy aislados, la calidad de los arrecifes coralinos se ha deteriorado en todo el mundo, y continuará en declive, dice Iglesias Prieto. «Perder los beneficios y servicios que brindan los arrecifes será una tragedia para la humanidad», declara.
Hay consenso entre los científicos en que es casi seguro que esos servicios vitales se perderán a menos que se tomen medidas urgentes para reducir las emisiones de dióxido de carbono que calientan y acidifican los océanos. «Cuando el explorador (británico James) Cook navegó por Cairns hace menos de 300 años, la atmósfera contenía 280 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono. Ahora tiene 392 ppm», dice la científica Janice Lough, del Instituto Australiano de Ciencias Marinas.
En los océanos tropicales, la mayoría de las especies viven en aguas que tienen una variación de temperatura muy reducida, de entre dos y tres grados. Si las temperaturas se elevan más y durante periodos prolongados, algunas no lo resisten y no siempre pueden mudarse a otra parte, dice Lough.
«Pequeños cambios pueden tener grandes impactos», añade
En muchos arrecifes tropicales, el crecimiento y la reproducción de peces decae cuando la temperatura del agua aumenta apenas dos o tres grados, abunda Philip Munday, investigador de la Escuela de Biología Marina y Tropical de la australiana Universidad James Cook.
Un cambio aparentemente pequeño, pero inesperado, es que el exceso de dióxido de carbono está afectando a la acidez de los océanos, que ya han absorbido alrededor de un tercio de todas las emisiones humanas de ese gas de efecto invernadero.
Si bien este mecanismo ayuda a enlentecer el calentamiento del clima mundial, el exceso de dióxido de carbono está alterando la composición química de los océanos, haciendo que sus aguas sean un 30 por ciento más ácidas.
Munday también descubrió que la mayor acidez oceánica afecta de modo sorprendente al comportamiento de los peces. «La acidez que estimamos que habrá antes de que finalice este siglo afecta al sistema nervioso central de algunas especies, alterando sus sentidos del olfato y del oído y sus reacciones», explica.
En esas condiciones, el colorido pez payaso (Amphiprion ocellaris), conocido por la película animada «Buscando a Nemo», se sentirá fatalmente atraído por el olor de los depredadores, concluye Munday.
Estas «discapacidades sensoriales» de los peces de los arrecifes y de los grandes depredadores marinos se van a manifestar cuando la atmósfera tenga entre 600 y 850 ppm de dióxido de carbono, que es lo que se espera para antes del fin de este siglo si no se adoptan medidas para reducir las emisiones, agrega.
La velocidad de estas transformaciones de los océanos es la mayor que ha enfrentado la capacidad de adaptación de las especies, coincidieron más de 2.500 científicos marinos en la Declaración de Consenso sobre Cambio Climático y Arrecifes de Coral emitida en el simposio.
Pero hay «destellos de esperanza», por ejemplo en Bonaire, Curaçao y otros lugares donde se puso en práctica un buen manejo de los arrecifes y se abatieron los impactos sobre estos ecosistemas, destacó el oceanógrafo Jackson.
«Afortunadamente, las acciones positivas para la sociedad humana (como reducir las emisiones) también son buenas para los arrecifes», dijo.