En 1978, Donald Kessler, de la Oficina de Desechos Espaciales de la NASA, hoy retirado, predijo que en unos 30 años las colisiones aleatorias entre objetos creados por el hombre crearían desechos menores que se volverían peligrosos para las naves. Su teoría se llamó el Síndrome de Kessler. Desde que desarrolló su teoría, hace 34 años, la cantidad de basura espacial - efectivamente- se ha triplicado. Restos de cohetes, satélites inactivos, fragmentos de lanzaderas, metales y plásticos, incluso herramientas dejadas atrás por los astronautas, así hasta unos 29.000 objetos forman la capa de basura espacial que rodea la Tierra.
Los cálculos y las advertencias vienen ahora de los más de 300 expertos que se acaban de reunir en la VI Conferencia Europea sobre Basura Espacial, celebrada en Darmstadt, Alemania, en la que también ha participado la ESA, la Agencia Espacial Europea. Entre las conclusiones del foro, los científicos han destacado el peligro que suponen estas partículas en órbita, muchas de ellas de más de diez centímetros, para satélites meteorológicos y de telecomunicaciones. La mayoría mayoría son de pequeñas proporciones pero circulan a unos 25 mil kilómetros por hora.
A estas velocidades, según explica Heiner Klinkrad, director de la Oficina de Basura Espacial de la ESA, «los objetos más pequeños también representan un peligro, ya que la energía que se desprende de las colisiones es gigantesca».
La propia Estación Espacial Internacional ha tenido que desviarse de su trayectoria en varias ocasiones debido a la chatarra espacial. Así que los expertos proponen limpiar el espacio de desechos y lanzar satélites que no generen nuevos fragmentos de basura como una necesidad urgente.
Más vale cooperar en las tareas de limpieza que curar
Cada año se producen unas 250 colisiones y explosiones, causadas por los restos de combustible en la reserva de los motores de cohetes que orbitan entre la basura. Cada semana una docena de objetos se acercan a menos de 2 kilómetros de un satélite cualquiera. Según los expertos, las zonas más sobrecargadas de chatarra son las órbitas polares que se encuentran entre 600 y 1.200 km de altura.
Los operadores de satélite de todo el mundo, aquellos que controlan y aseguran las telecomunicaciones, vigilan el clima, la navegación y todas las misiones internacionales, porque saben del riesgo que supondría un accidente en la red de satélites, por lo que concentran sus esfuerzos en controlar la basura espacial. El objetivo último es prevenir una avalancha de colisiones en cadena en los próximos años.
Para ésto, aseguran los expertos reunidos en Alemania, se necesita con urgencia investigación y desarrollo en misiones piloto 'de limpieza' y que la chatarra espacial se considere un problema ambiental de dimensiones globales, que debe ser abordado en un contexto internacional que incluya a las Naciones Unidas. «Con la eliminación de entre cinco y diez grandes objetos por año se puede invertir la tendencia al alza de la cantidad de chatarra espacial», ha asegurado en su ponencia el portavoz de la ESA.
El crecimiento constante de la cantidad de residuos en el espacio supone una amenaza cada vez mayor para regiones de la órbita económica y científica de gran importancia. La actual infraestructura de satélites tiene un gran valor social y económico y la posibilidad de perderlos, por colisiones con basura espacial, supondría costes de hasta 100.000 millones de euros. Los científicos advierten de que las colisiones en cadena se podrían suceder cada cinco años.
«Las medidas para prevenir la generación de nuevos residuos, y para desorbitar satélites muertos, son exigentes desde el punto de vista tecnológico y también son potencialmente muy caras. Pero no hay alternativa, si queremos preservar el espacio como un recurso», señala Heiner Klinkrad. «Los costes directos y los de perder nuestros satélites superarían con mucho el coste de las acciones para evitarlo».
La ESA ya tiene en marcha varias iniciativas en esta dirección, la más reciente es la llamada Clean Space (Espacio Limpio, literalmente) que incluye el desarrollo de nueva tecnología para acercarse a los restos, capturarlos y sacarlos de la órbita y que ya tiene una misión en práctica. Clean Space también desarrollará técnicas para paliar el problema, como dispositivos activos y pasivos para desorbitar restos y medios, para que los satélites inoperativos dejen de ser peligrosos.
Los investigadores contemplan diferentes métodos para retirar la basura espacial de la órbita, desde paquetes de propulsión, ataduras conductivas, láser, redes o arpones. Según la ESA, la demanda de retirarlos sería una gran oportunidad para firmas privadas que quieran colaborar en esta misión, aunque también advierten que antes hay que concretar muchos detalles.
Pero cualquier decisión, además de fondos para pagarla, la ESA necesita el respaldo de los 20 países que la conforman.