Sardor Abdullayev, un obrero de la construcción oriundo del este de Uzbekistán, pensaba ir a Rusia en los primeros meses de 2015 para reunirse con unos parientes que trabajan como obreros de la construcción en Samara, una ciudad sobre el río Volga. Pero ahora ha cambiado de opinión «me irá mejor si me quedo en casa y conduzco un taxi», asegura.
Algunos inmigrantes uzbekos en Rusia dicen que piensan volver a su país. El embajador ruso en Uzbekistán informa de que hay cerca de tres millones de inmigrantes laborales uzbekos en territorio ruso, el máximo de cualquier país de Asia central. Otros calculan que el número real podría duplicar esa cifra. Tal cantidad de repatriados podría tener consecuencias inciertas para el empobrecido Uzbekistán, cuya población asciende a 30 millones de habitantes.
Según estimaciones no oficiales, las remesas que esos inmigrantes enviaron a sus familias en 2013 representaron aproximadamente el 25 por ciento del producto interior bruto de Uzbekistán. Kirguistán y Tayikistán son aún más dependientes de los trabajadores migrantes, ya que sus remesas equivalen aproximadamente al 30 y 50 por ciento de sus economías, respectivas.
Pero datos del Banco Central de Rusia revelan que los fondos que los uzbekos envían a sus familiares descendieron un nueve por ciento durante el tercer trimestre de 2014. Los analistas predicen que la caída continuará. El diario ruso Kommersant calcula que las remesas cayeron un 35 por ciento solo en el mes de octubre.
Eso fue antes de que el rublo, que ha ido descendiendo de una manera constante desde que las tropas rusas anexionaran Crimea en febrero, cayera en picado a principios de diciembre. Gracias a las sanciones occidentales por esa intervención militar, al bajo precio del petróleo y a las debilidades sistémicas del capitalismo clientelista del presidente Vladimir Putin, la moneda ha perdido aproximadamente el 50 por ciento de su valor frente al dólar este año.
La mayoría de los inmigrantes convierten sus rublos a dólares para enviarlos a casa.
«Mi sueldo era de 18.000 rublos al mes, lo que hace varios meses equivalía a 500 dólares. Ahora no llega a los 300 dólares», señala Sherzod, de 29 años y oriundo del valle de Ferghana, que trabajaba en una tienda en Samara. Sherzod regresó a Uzbekistán en noviembre y no tiene la intención de volver a Rusia. «El salario es muy bajo», explica.
Pero no solo hay que tener en cuenta el salario. A partir del 1 de enero, Rusia exigirá a los trabajadores inmigrantes pruebas de lengua, historia y legislación rusas, además de someterlos a un examen médico y obligarles a suscribir un seguro de salud. En total, según algunas versiones, el paquete de medidas podrá tener un coste individual de hasta 30.000 rublos, que en la actualidad ascienden a unos 500 dólares.
La ciudad de Moscú ha triplicado con creces la tasa para adquirir un permiso de trabajo, de 1.200 a 4.000 rublos mensuales, que actualmente equivalen a unos 64 dólares.
El nuevo régimen legal no afectará a los ciudadanos de países que son miembros de la Unión Económica Euroasiática, que entrará en vigor el 1 de enero. Ese es un incentivo, algunos dirían presión, para que los países de origen de la inmigración, como Tayikistán y Uzbekistán, se incorporen al bloque. Kirguistán tiene previsto unirse a principios de 2015.
Ante la caída de sus ingresos reales los uzbekos que trabajan en Rusia se enfrentan a un dilema, destaca Sherzod, el obrero de Uzbekistán. Miles están ansiosos por volver a casa, pero muchos no tienen dinero para comprar el billete de vuelta. A otros les preocupa que en sus pueblos nativos los vean como fracasados, dice.
Un líder de la comunidad de inmigrantes, citado por los medios de comunicación rusos, pronostica que la nueva normativa, junto con el rublo en caída, hará que un 25 por ciento de los migrantes abandone Rusia en los próximos meses. Ahora que entran menos dólares en Uzbekistán, el som uzbeko ha caído un 15 por ciento frente al dólar en el mercado negro, según varios propietarios de comercios en Ferghana a los que hemos entrevistado. En el mercado oficial el descenso fue de un 11 por ciento.
A pesar de las repercusiones económicas de Rusia, las autoridades uzbekas siguen siendo favorables a hacer negocios con Moscú. Durante una visita a Tashkent el 10 de diciembre, Putin canceló la mayor parte de la deuda de 890 millones de dólares de Uzbekistán. Ese acuerdo allanó el camino para más préstamos del Kremlin. No se sabe qué prometió a cambio el presidente uzbeko Islam Karimov.
Las autoridades y empresarios de Uzbekistán afirman que están preparados para manejar las consecuencias económicas y el gran número de migrantes que regresan. «Tenemos numerosos proyectos de construcción de regeneración urbana patrocinados por el Estado en todo el país. Se podría decir que todo Uzbekistán es una enorme obra en construcción. Así que si los migrantes regresan, muchos de ellos encontrarán trabajo», afirma Nazirjan, un exfuncionario que ahora dirige una empresa de construcción privada en el valle de Ferghana, con la condición de que su apellido se mantuviera en reserva.
El 15 de diciembre, el presidente Karimov firmó un decreto por el que se aumenta el salario de los empleados públicos un 10 por ciento. Sin embargo, el regreso de decenas de miles de trabajadores migrantes y la perspectiva de que se sumen al gran número de desempleados en el país genera nerviosismo entre algunos funcionarios.
«El SNB», los servicios de seguridad antes conocidos como KGB, «han ordenado a las autoridades locales y a los comités de barrio que hagan listas de los trabajadores migrantes que regresan de Rusia. La llegada de inmigrantes por lo general aumenta la tasa delictiva, y las autoridades locales han recibido instrucciones de estar más atentas», asegura un profesor de enseñanza secundaria en el valle de Ferghana.