«Necesitamos ayuda. No sucede nada, no hemos comido desde anoche», dice entre lágrimas y empapada por la lluvia Aristone Balute, una sobreviviente de 81 años que no ha podido conseguir un vuelo para abandonar la derruida ciudad de Tacloban y trasladarse a Manila, la capital.
Cinco días después del desastre, la ayuda está llegando, pero demasiado lentamente para muchos. Los suministros y los equipos médicos tienen dificultades para entrar en Tacloban, y la desesperada población local ha apelado a los saqueos.
Fuerzas de seguridad se han enfrentado a tiros este miércoles con hombres armados en medio de saqueos a tiendas y almacenes, según informó la televisión local.
Los enfrentamientos estallaron primero en la aldea de Abucay, parte de Tacloban, en la provincia de Leyte, señaló el canal ANC Television. No se ha podido confirmar esta información con fuentes militares.
Mientras, el número de muertes sigue fluctuando. El gobierno señala que la estimación original de 10.000 era demasiado alta. Hasta ahora, se han confirmado 1.833 fallecidos y 2.623 heridos.
El número total de muertos probablemente oscile entre 2.000 y 2.500, dijo el martes 12 el presidente Benigno Aquino III a la cadena CNN.
Pero saber que han muerto menos personas no consuela a quienes necesitan ayuda urgente.
«Todavía tenemos mucho por hacer. No hemos podido llegar a comunidades aisladas», dijo la secretaria general adjunta de Asuntos Humanitarios y coordinadora del Socorro de Emergencia de la ONU, Valerie Amos.
La funcionaria solicitó a la comunidad internacional 301 millones de dólares en ayuda para 11 millones de personas que se estima han sido afectadas por la tormenta.
«Incluso a Tacloban, debido a los escombros y a las dificultades con la logística, no hemos podido enviar la cantidad de suministros que queríamos», lamentó. «Estamos haciendo todo lo que podemos para enviar más».
Tacloban, ciudad de unos 220.000 habitantes en la isla de Leyte, recibió toda la fuerza del tifón el viernes 8. La mayor parte de la localidad está en ruinas.
El grueso de las víctimas también se concentran en Tacloban y en áreas cercanas, incluyendo parte de la isla de Samar, que se encuentra separada de Leyte por un estrecho. Es posible que otras zonas devastadas estén tan aisladas que la ayuda tampoco haya llegado.
La fuerza aérea filipina ha estado enviando suministros a Tacloban en tres aviones C -130 desde la central isla de Cebú, informó el teniente coronel Marciano Jesus Guevara. Pero los aviones no pueden aterrizar en la ciudad por la noche debido a que esta carece de electricidad.
Guevara también confirmó la evacuación de 3.000 civiles de la zona de desastre, y subrayó que el mayor problema en Tacloban ahora es la falta de agua potable. «El agua es la vida. Si tienes agua, aunque no tengas alimentos, vas a sobrevivir», afirmó.
Un equipo de la organización Médicos Sin Fronteras llegó con suministros a Cebú el sábado 9, buscando un vuelo a Tacloban, pero aún no ha podido trasladarse a la zona del desastre. Lee Pik Kwan, portavoz del grupo, señaló que es «difícil saber» cuándo podría concretarse el viaje.
«Estamos en contacto con las autoridades, pero el aeropuerto (de Tacloban) es de uso exclusivo de los militares filipinos», dijo en entrevista telefónica.
Los médicos en Tacloban desesperan por obtener medicamentos. En una pequeña clínica improvisada cerca de la arruinada torre del aeropuerto local, se ha atendido a unas 1.000 personas con cortes, moretones, laceraciones y heridas profundas.
Mientras, miles de supervivientes procuran salir de Tacloban. Muchos acamparon en el aeropuerto y han intentado abordar por la fuerza los aviones militares.
Los cadáveres también están causando problemas humanitarios y logísticos para los equipos de ayuda. «Realmente te rompe el corazón cuando los ves», dijo Romeo Poquiz, comandante de la Segunda División Aérea.
«Estamos limitados con el personal, con la experiencia y con los camiones que tenemos para transportarlos a las diferentes áreas de identificación. ¿Tendremos que hacer un entierro masivo, porque no podemos identificarlos? Si lo hacemos, ¿dónde los colocamos?», se preguntaba.
La mayoría de los residentes de Tacloban pasan las noches lluviosas donde pueden, sea en las ruinas de las casas, bajo los árboles o al aire libre al costado de las carreteras. Unos pocos afortunados duermen en tiendas de campaña instaladas por los equipos de ayuda del gobierno.
La asistencia se dificulta además por la destrucción de la infraestructura y las carreteras, y porque entre las víctimas hay también funcionarios de gobierno, policías y militares.
El tifón destruyó edificios militares que albergaban a 1.000 soldados en la provincia de Leyte.
La tormenta también hizo posible una fuga de presos en Tacloban. El vicecomandante regional, Virgilio Espineli, dijo que no sabía a ciencia cierta a dónde habían huido los 600 reclusos.
Mientras, el portaaviones estadounidense USS George Washington se dirige a la zona con grandes cantidades de agua y comida, el Departamento de Defensa de Estados Unidos señaló que llegará el jueves 14.
Otros barcos arribarán también en los próximos días. Estados Unidos anunció una ayuda inmediata de 20 millones de dólares.
Filipinas también espera decenas de millones de dólares en donaciones prometidas por muchos otros países, incluyendo Japón, Australia y Gran Bretaña, que además colaborará con su Marina Real.
Este archipiélago con más de 7.000 islas soporta todos los años tormentas tropicales y tifones, pero Haiyán ha sido especialmente catastrófico. Sus vientos han sido de los más fuertes jamás registrados.