En este caso, diversas fotografías de una joven mujer sonriente se suceden con rapidez, una tras otra, mostrando diferentes cortes de pelo y estilos de maquillaje. Pero poco a poco, la joven aparece con la mirada triste, asustada y el rostro con moretones y cortes cada vez más grandes. En la última imagen, lleva un cartel pidiendo ayuda desesperadamente.
Antes de que nadie haya podido confirmar la identidad de la persona o de si era una historia real o de ficción, el vídeo se volvió popular en Serbia y en el extranjero, logrando dos millones de visitas en unos pocos días. El audiovisual forma parte de una campaña del Fondo B 92, una fundación asociada al principal canal privado de televisión de Serbia, destinada a crear conciencia sobre la violencia doméstica en este país de Europa oriental.
En Serbia el año pasado murieron 60 mujeres por violencia doméstica, según el Centro de Mujeres Autónomas de Belgrado. Las organizaciones feministas denuncian que cada segundo una de ellas sufre alguna agresión verbal o física. «Es importante hablar de este problema para que nuestra sociedad comprenda que no es normal golpear a las mujeres y para alentarlas a denunciar casos de violencia», explica Veran Matic, presidenta del Fondo B92.
Matic puntualiza que «también nos proponemos promover la solidaridad, hacer que la gente reaccione y ejercer presión sobre las autoridades para que tomen medidas contra la violencia doméstica». La fundación ha construido cinco refugios para mujeres golpeadas en seis años de trabajo y tiene previsto abrir dos más este año.
El Fondo B92 trabaja con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo a fin de presionar a las autoridades para que mejoren la implementación de la legislación que ofrece protección de los agresores y asistencia a las víctimas.
Según Danijela Pesic, del Centro de Mujeres Autónomas, lo más importante es mejorar el cumplimiento de la ley que ya existe, pues permite ofrecer de forma sistemática soluciones a las víctimas. Los refugios son importantes, pero son una respuesta de emergencia y a corto plazo, puntualiza Pesic.
La otra cuestión clave para combatir la violencia doméstica es cambiar la cultura, remarcó Pesic. «La principal causa de la violencia doméstica son los valores patriarcales». «No es la pobreza ni la falta de educación ni el alcoholismo. Vemos el mismo grado de abuso en pueblos y ciudades, en todos los niveles educativos y de ingresos», remarca.
Para Pesic, «los hombres tienen que dejar de creer que pueden ser violentos y para que esto ocurra tenemos que cambiar nuestra percepción sobre los roles de género, empezando desde preescolar». Como país balcánico, Serbia, que todavía no es miembro de la Unión Europea (UE), tiene fama de machista.
Los recursos disponibles son irregulares, suelen venir de Occidente en forma de donaciones para proyectos e inevitablemente se agotan sin reemplazo. Esto lleva al cierre de líneas telefónicas tras unos pocos años de funcionamiento, justo cuando las mujeres comenzaban a contar con ellas. Pero lo que ocurre en Serbia no es muy distinto de lo que sucede en varios países europeos. Se adoptan leyes acordes con los estándares de la UE, pero las autoridades no las implementan como corresponde. Los recursos de las organizaciones no gubernamentales (ONG) que trabajan con violencia doméstica no son suficientes y persisten los valores patriarcales.
Un informe publicado en 2012 por la red Mujeres contra la Violencia en Europa (WAVE, por sus siglas en inglés) señala que solo un tercio de los países de la región cumplen con las recomendaciones del Consejo de Europa en lo que respecta a la existencia de una línea telefónica gratuita de ayuda a las víctimas de violencia doméstica.
En lo que se refiere a la disponibilidad de refugios, la situación es peor: solo cinco de los 46 países estudiados cuenta con la cantidad necesaria. Los países de Europa central y oriental están peor que los del oeste. La mayoría de los países que tuvieron regímenes socialistas comenzaron a tomar medidas contra la violencia doméstica y a ayudar a las víctimas de forma más sistemática hace apenas una década.
Los 10 refugios que hay en Estonia, por ejemplo, abrieron en los últimos cinco años gracias al aporte de fondos estatales y no gubernamentales. Muchas organizaciones femeninas ahora dudan de que los centros y las otras opciones de ayuda puedan seguir funcionando en el futuro. Su sostentabilidad ya precaria corre peligro por culpa de la crisis económica.
Oxfam y el Lobby Europeo de las Mujeres publicaron en 2010 el informe «La exclusión social y la pobreza de las mujeres en la Unión Europea en tiempos de recesión: ¿Una crisis invisible?». Según el estudio, las ONG de Europa central y oriental reportan un creciente número de llamadas a las líneas de ayuda y de solicitudes de ingreso a refugios desde el inicio de la crisis en la región, alrededor de 2008. También remarcan el impacto negativo de las medidas de austeridad implementadas en Europa para paliar la crisis, como el cierre de refugios en Rumania, las consecuencias sobre el trabajo por la retirada de donantes extranjeros en Eslovaquia y la imposibilidad de planificar su actividad a largo plazo en Estonia por la falta de apoyo de las autoridades locales.
Los fondos de la UE, en especial el Programa Daphne –que ofrece recursos para muchas iniciativas a favor de los derechos femeninos en la región- también están siendo cuestionados. El presupuesto para siete años de la UE está actualmente en estudio y la ola de austeridad en Europa ya ha retraido sus aportaciones.
La Comisión Europea ha propuesto que los programas de equidad de género y derechos femeninos recibieran la misma cantidad de fondos que hasta ahora, unos 800 millones de euros para los próximos siete años. «Las medidas de austeridad tienen consecuencias negativas sobre la prevalencia de la violencia contra las mujeres, pero también atentan contra la capacidad de estas para escapar» de la situación, subraya Pierrette Pale, del Lobby Europeo de las Mujeres.