Cuando en febrero de 2011 se formalizó la constitución de la coalición USL –cuyo protocolo de funcionamiento recoge que el Partido Liberal (PNL) apoyará la nominación de un candidato del Partido Socialdemócrata (PSD) para primer ministro en las legislativas de noviembre de 2012 a cambio del apoyo socialdemócrata a un candidato liberal en las presidenciales de 2014-, fueron múltiples las voces que se alzaron en ambos partidos y en la sociedad civil criticando esta unión contranatural cuyo único objetivo claro es acabar con el poder hegemónico que el conservador Partido Demócrata-Liberal (PDL) ejerce desde 2004.
Esas críticas se redoblaron en mayo cuando el líder socialdemócrata Victor Ponta asumió el gobierno tras una moción de censura que acabó con el conservador Emil Boc. Incluso el histórico expresidente socialdemócrata Iliescu (1990-96 y 2000-04) vaticinó que en una época de crisis como la actual es un grave error político la asunción del gobierno por un período transitorio de solo seis meses, pronosticando una caída de apoyo popular a la coalición USL.
Sin embargo, todos los malos augurios parecen haberse disipado para los social-liberales; no solo no han descendido en intención de voto –en abril las encuestas daban al USL un 48% de intención de voto-, sino que ha sido la primera vez en las últimas dos décadas que el grupo político en el poder ha incrementado su apoyo, llegando al 53% obtenido este domingo en las elecciones municipales.
El resultado de dichas elecciones no puede interpretarse sino como el resultado de un hartazgo de la mayoría de la población ante las políticas de austeridad impuestas desde 2008 por el conservador PDL –entre otras medidas draconianas se aplicó la disminución de un 25% en el salario de los funcionarios, la congelación de las pensiones o el incremento del 19 al 24% del IVA.
«Con mi pensión, no puedo comprar medicinas»
De esa opinión es la jubilada de 82 años Alexandra Mocanu, quien tras comprar en una tahona cercana a su colegio electoral dos hogazas de pan recién horneado que porta bajo el brazo, hace cola desde primera hora esperando que la policía le autorice a entrar y comenta: «Soy muy mayor y no me hago grandes ilusiones, he visto de todo en mi vida. Pero con mi pensión de 900 lei –poco más de 200 euros- apenas puedo hacer frente a la compra de medicinas. Y eso que no me quejo, tengo vecinas en una peor situación. Necesitamos un cambio, por eso estoy aquí».
Para Cristian Parvulescu, presidente de la Asociación Pro Democracia, un hecho sumamente importante es el altísimo índice de participación, un 62´4%: «La alta presencia en las urnas es reveladora de las ansias de votar de la gente para mostrar su descontento con las políticas llevadas a cabo hasta ahora. Este alto índice es más importante si cabe comparándolo con la baja presencia en todos los comicios desde hace más de una década y con el hecho que se ha utilizado el censo de 2002 de casi 22 millones de rumanos y no el elaborado este año, y todavía no validado por el Parlamento, que recoge un descenso de casi dos millones y medio de rumanos que en la actualidad viven fuera del país. Si se hubiera utilizado el último censo la participación habría llegado a cifras equiparables con las más desarrolladas democracias europeas».
Las elecciones, desarrolladas bajo el inédito sistema de voto uninominal puro a una vuelta –lo que provocó un descenso de más de un 20% de las candidaturas respecto a 2008-, han ratificado la arrolladora victoria social-liberal: un 53% de los votos y tres cuartas partes de las alcaldías del país, incluyendo nueve de las once ciudades más pobladas del país y Bucarest, antiguo granero de votos conservador y donde ha vencido con el apoyo de USL y el 56% de los votos el independiente y ex líder socialdemócrata Sorin Oprescu.
Los conservadores del PDL se preparan para una larga travesía en el desierto
Algunos líderes hicieron una lectura positiva afirmando que habían estabilizado el suelo electoral entorno al 20% -un 16´62% de voto directo y un 4% más en alianzas con pequeños partidos locales. Pero ni el mantenimiento por escaso margen de Brasov y Cluj, dos importantes ciudades de Transilvania, ha servido para evitar el terremoto político. Cuatro días después de las elecciones ha dimitido en bloque la dirección del partido y se ha convocado un congreso extraordinario para el próximo mes.
Los comicios han traído consigo también dos datos poco esperanzadores para la democracia rumana: la ascensión a tercera fuerza política con un 6´4% de los votos de un partido populista de nueva creación, el Partido del Pueblo (PPDD) del presentador sensacionalista de televisión Dan Diaconescu y la victoria casi por aclamación del controvertido Catalin Chereches con un 86% de los votos en Baia Mare.
El primer ministro socialdemócrata Victor Ponta se ha marcado, a imagen y semejanza de otros líderes mundiales como Hollande u Obama, la prioridad del crecimiento. Para ello ya ha anunciado medidas como la subida de los sueldos a los funcionarios de un 8%, la restitución del poder adquisitivo perdido por los pensionistas o la intención de introducir una tasa de solidaridad a las rentas altas.
Queda por ver, sin embargo, si esta ola de apoyo social-liberal se mantendrá hasta las legislativas de noviembre y cómo lidiará Ponta para conseguir una flexibilización en las medidas exigidas por la troika –Fondo Monetario, Banco Mundial y Unión Europea- como condición ineludible para acceder a la segunda parte del préstamo de 13.000 millones concedido en 2009.