La mesa europea donde se sientan los ministros de Finanzas de la eurozona tiene ya nuevo presidente, el holandés Jeroen Dijsselbloem, en sustitución del cristianodemócrata luxemburgués Jean-Claude Juncker, que ha abandonado el Eurogrupo con duras críticas hacia la política germánica de austeridad y frustrado porque no le han dejado hacer otra cosa que no sea imponer duros planes de ajustes.
Dijsselbloem tendrá que hacer frente al posible rescate de la economía chipriota y deberá ser el enlace entre las tensiones de los países del sur y del norte de Europa. Es socialdemócrata pero ha jurado lealtad a la austeridad, al menos, hasta que Alemania levante el freno.
Angela Merkel ha usado sus recursos para asegurarse el control del Eurogrupo, que es donde se deciden las condiciones de los rescates, cómo y cuándo se transfiere liquidez a los países rescatados y qué recortes y reformas tienen que llevar a cabo Irlanda, Grecia, Portugal y el sistema bancario español si quieren cobrar el dinero que necesitan para no caer en bancarrota.
España, descontenta por «no tener una representación en Europa al nivel que le corresponde» a la quinta economía de la zona euro, ha sido el único Estado que ha votado en contra del sustituto de Juncker, una situación de irrelevancia que se agravó tras la salida de los órganos de dirección del Eurobanco.
Dijsselbloem es un político de perfil bajo. Hasta su nombramiento como ministro de Finanzas, su máxima responsabilidad había sido la de portavoz de la bancada laborista en el Parlamento holandés. Es conocido por su lucha contra los videojuegos violentos y sexistas y por abrir puentes con la comunidad musulmana de su país, donde se han vivido episodios lamentables de incomprensión entre la población autóctona y la nueva emigración llegada a Holanda en los últimos años.
Alemania ha vuelto a salvar la oposición francesa y una vez más ha colocado a uno de sus hombres en otro organismo clave para garantizar la austeridad que está hundiendo las economías de los países del sur de Europa y que amenaza los cimientos de la construcción europea.
El nombramiento del holandés es la victoria de Angela Merkel, más preocupada en que no suban los precios en Alemania que en favorecer que los países en recesión vuelvan a crecer para pagar sus deudas y salir de la espiral de recortes, desempleo y subidas de impuestos que únicamente está dejando dolor social en las cunetas del sur de Europa.
El Eurogrupo estará presidido por un socialdemócrata feligrés de la austeridad alemana que sustituye a un cristianodemócrata que nunca estuvo de acuerdo en cómo Alemania está obligando a los países del sur a purgar sus pecados. Ni Juncker tuvo herramientas para actuar ni Dijsselbloem podrá hacer nada diferente de lo que le ordene Berlín.