En la actualidad, alrededor del 3,5 por ciento de las tierras cultivables de Polonia se dedican a la producción orgánica. Esta área viene creciendo de forma sostenida desde hace unos años, a pesar de diversos obstáculos.
De los 1,8 millones de agricultores, solo 26.000 tienen el certificado orgánico (aunque algunos de ellos solo tienen praderas y no necesariamente producen alimentos) y solo 300 de ellos cultivan alimentos.
Las autoridades polacas vienen cortando subsidios a la agricultura ecológica a medio y largo plazo y prácticamente han eliminado el apoyo público a los huertos ecológicos. Todo esto sucede en el marco de las últimas políticas nacionales, adoptadas en paralelo al nuevo presupuesto de la Unión Europea para el periodo 2014-2020.
Los pequeños agricultores orgánicos deben afrontar los complicados procedimientos burocráticos necesarios para obtener fondos nacionales y europeos. Slawek Dobrodziej y su esposa Malgosia claramente están decididos a superar las trabas.
En los últimos ocho años, la pareja ha conseguido construir una granja de producción ecológica en el pueblo de Zelisxewo, cerca de la occidental ciudad de Szczecin. Venden unos 100 tipos de frutas y verduras en varias ciudades polacas, incluida Varsovia.
Según Malgosia, contable de la granja familiar, los primeros años fueron particularmente difíciles. Vender grandes cantidades de un solo producto a las compañías procesadoras de alimentos no les resultó rentable. La agricultura orgánica, que no usa pesticidas, requiere mucho trabajo manual, y lo que pagan las empresas no alcanza para cubrir los costes.
La familia logró acceder a algunos fondos nacionales y europeos, pero el monto total apenas alcanzó para comprar maquinaria básica. Con los recursos europeos, la persona beneficiada suele tener que financiar una parte, lo que quiere decir endeudarse con los bancos.
Lograron tener más recursos cuando diversificaron su producción y encontraron nuevas oportunidades de mercado vinculándose directamente con los consumidores en las grandes ciudades. Fue un gran punto de inflexión lograr vender en un gran mercado de productos ecológicos de Varsovia.
Además, este año, por primera vez, han comnzado a vender a los consumidores a través de dos programas de agricultura con respaldo comunitario en las ciudades de Szczecin y Poznan. Estos son modelos que funcionan gracias a que unos 30 consumidores pagan por adelantado las verduras que recibirán todas las semanas en los meses de verano y de otoño.
La idea de la iniciativa es que los consumidores compartan los riesgos con los agricultores.
Cuando entran al programa, los primeros se comprometen a aceptar las verduras que el agricultor sea capaz de producir según las condiciones climáticas. También pueden participar como voluntarios en la granja, lo que les da cierto conocimiento del trabajo agrícola que la mayoría de la gente desconoce.
El modelo resultó ser una excelente forma de garantizar cierta estabilidad financiera a las pequeñas granjas, indica Malgosia.
El primer modelo se creó en Polonia en 2012. La iniciativa se propagó y ya hay seis. Se prevé que se creen otros el año que viene, dada la buena recepción que les dieron los consumidores y la comunidad de productores.
«Ahora tenemos demasiado trabajo, pasamos mucho tiempo envolviendo paquetes de medio kilo de verduras para vender en los comercios orgánicos», explica Malgosia. «El modelo parece prometedor, porque nos liberamos del calvario de envolver y también obtenemos algo de efectivo al inicio de la temporada, con lo que podemos invertir en la maquinaria que necesitamos», prosigue.
«Creo que a muchos agricultores polacos les puede servir, porque el modelo es realmente viable económicamente», coincide Sonia Priwieziencew, quien junto con su compañero Tomasz Wloszczowski, tiene una granja ecológica de seis hectáreas en el pueblo de Swierze Panki, 120 kilómetros al noreste de Varsovia, que desde hace tres años participa en esta iniciativa de consumidores y agricultores.
«El modelo de agricultura con apoyo comunitario puede ayudar a promover la biodiversidad porque los consumidores compran diferentes tipos de verduras y productos, así como propagar el modelo orgánico certificado, que actualmente solo se desarrolla de forma marginal en Polonia», explica Priwieziencew.
Ella es muy crítica sobre el enfoque que las autoridades le dan a la agricultura ecológica. A pesar de que la gran mayoría de los agricultores polacos tienen pequeñas parcelas, las políticas del gobierno y de la UE son más favorables a la producción industrial a gran escala.
A pesar de la nueva Política Agrícola Común (PAC), adoptada este año en Bruselas, que se supone que ofrece una pauta agrícola para la UE en los próximos años y preconiza la producción orgánica y de pequeña escala como forma de garantizar la seguridad alimentaria, luchar contra el cambio climático y preservar la biodiversidad, las políticas y la financiación nacionales no necesariamente se respetan, en especial en Europa central y oriental.
Pero este mes, en Varsovia,ha abierto la primera cooperativa de productores que vende verduras y otros productos y cuyos miembros pueden comprar con descuento si trabajan de forma voluntaria en la granja.
Ese tipo de iniciativas existe en distintas ciudades polacas e incluso a escala de barrios. La nueva pasión por la agricultura urbana ha hecho que museos de Varsovia y de otras ciudades hayan puesto sus áreas verdes a disposición de la población local, interesada en cultivar verduras.
«Cada una de esas iniciativas le da a los pequeños agricultores ecológicos una nueva oportunidad para vender más y desarrollarse», señala el activista Piotr Trzaskowski, creador del primer modelo de cultivo orgánico con apoyo comunitario en Varsovia.
«Esos agricultores deben sobrevivir porque son los verdaderos guardianes de la tierra y del ambiente, a diferencia de los productores convencionales a gran escala que convierten la tierra en mercancía, comprándola, usándola e ignorando el impacto sobre la biodiversidad, la gente y el ambiente», explica.