DURBAN, Sudáfrica, (IPS) -El presidente sudafricano Jacob Zuma declaró que la agricultura debería ser parte de un nuevo tratado climático. Otros funcionarios de este país ya habían dicho antes a IPS que querían incluirla para que hubiera «fondos específicos y acciones específicas» en el contexto de la Convención Marco.
«Poner a la agricultura en un futuro tratado climático es como un premio de consolación para África porque los países ricos no pudieron acordar objetivos legalmente vinculantes» para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, dijo Teresa Anderson, de la Gaia Foundation, una organización no gubernamental con sede en Londres.
«Este premio consuelo es un regalo envenenado. Conducirá a la apropiación de tierras y pondrá a los agricultores africanos en manos de los inconstantes mercados de carbono», declaró Anderson a IPS.
La agricultura es una importante fuente de gases invernadero, como el carbono y el metano, que representan entre el 15 y el 30 por ciento de las emisiones contaminantes mundiales. Cuando se incluye a todo el sistema de producción de alimentos, las emisiones totales derivadas de la agricultura equivalen a casi la mitad de todas las emisiones. Por esos motivos se han hecho esfuerzos previos para incorporar esta actividad en un nuevo tratado climático.
Los cambios en las prácticas agrícolas pueden reducir las emisiones en gran proporción. Sin embargo, la mejor manera de hacerlo es mediante regulaciones, no a través de un tratado climático ni de créditos de carbono, según Anderson.
«¿Por qué ahora los mercados se ven como la única solución, cuando hace menos de 10 años ni siquiera se contemplaban?», planteó.
El Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras entidades están a favor de una «agricultura climáticamente inteligente». Esta adopta prácticas sostenibles, aumenta la productividad y la resistencia a los cambios meteorológicos y reduce y/o elimina los gases invernadero. Aunque la sociedad civil objeta esto último.
«Todo esto tiene que ver con nuevos mercados de carbono. El Norte todavía no hizo los necesarios recortes de emisiones y los quiere para poder simular que reduce sus emisiones», sostuvo Helena Paul, de la organización ambientalista EcoNexus.
Esto plantea un profundo peligro para la agricultura, «con una posibilidad real de que haya más apropiaciones de tierras y expansión de monocultivos para poder cosechar créditos», dijo Paul.
Según Anderson, los gobiernos africanos ven los 144.000 millones de dólares del mercado de carbono europeo y piensan que pueden ser una gran fuente de financiación. Pero ni siquiera un uno por ciento terminó en proyectos reales, agregó.
El primer proyecto para vender créditos de carbono del suelo en África está en marcha en Kenia. Financiado por el Banco Mundial, unos 15.000 agricultores y 800 organizaciones agrícolas cambian sus prácticas para secuestrar carbono por un periodo de 20 años.
Los costos de establecer el Proyecto de Carbono Agrícola de Kenia, junto con lo que implica medir el carbono y comerciar los créditos, se estiman en más de un millón de dólares, dijo Anne Maina, de la filial keniata de la African Biodiversity Network.
Con los actuales precios del carbono, los agricultores recibirán apenas un dólar al año por sus esfuerzos, cuando les prometieron mucho más, enfatizó Maina. Solamente los dueños de grandes extensiones de terrenos pueden esperar algún beneficio. Los grandes terratenientes, los consultores y otros expertos serán quienes se quedarán con la mayor tajada, nos dijo.
«África ya está sufriendo una epidemia de concentración de tierras. La carrera por el control de los suelos para el comercio de carbono solo lo puede empeorar», añadió.
El Proyecto de Carbono Agrícola de Kenia promueve prácticas agrícolas sostenibles como la agroforestería, que combina la tecnología de la silvicultura y de la agricultura, que son buenas para la tierra y aumentan la producción alimentaria, reconoció. Sin embargo, sería mucho mejor financiarlo con los fondos para la adaptación al cambio climático que prometieron aportar los países industrializados.
«Los mercados de carbono son altamente volátiles», dijo Steve Suppan, del Institute for Agriculture and Trade Policy, con sede en Estados Unidos.
En noviembre, la tonelada de carbono se cotizó apenas a seis dólares, el 50 por ciento de su precio de enero. En buena medida, esto es consecuencia de la crisis financiera europea. Los precios del carbono simplemente son demasiado poco fiables para que la mayoría de los inversores los consideren a largo plazo, señaló Suppan.
Además, medir cuánto carbono se secuestra es un procedimiento extremadamente técnico e incierto a largo plazo, así que inversores como el Banco Mundial reducen un 60 por ciento su valor.
«Los créditos del carbono del suelo solo generarán ganancias diminutas para los agricultores, permitiendo que los mayores contaminadores sigan contaminando», dijo Suppan.
Lo que necesita la agricultura africana son reducciones reales de las emisiones, junto con una fuerte fianaciación para la adaptación al cambio climático, agregó.
Nnimmo Bassey, presidente de Amigos de la Tierra Internacional, dijo que «los créditos de carbono del suelo son una falsa solución» al cambio climático.
Bassey reclamó a los países ricos, responsables de la crisis climática, que reafirmen sus compromisos de establecer «recortes legalmente vinculantes de las emisiones, en línea con la ciencia y la igualdad».
«El presidente sudafricano Jacob Zuma debe apoyar a África y ser intransigente. Necesitamos que los países ricos hagan recortes profundos, drásticos y vinculantes de las emisiones, y finanzas climáticas reales y públicas, no un mandato para una nueva ola de colonialismo financiero» a través de disposiciones contenidas en el Fondo Verde para el Clima, señaló en un comunicado el activista Bobby Peek, del capítulo sudafricano de Amigos de la Tierra.