Kosovo, soberanía y pobreza

La antigua provincia serbia de Kosovo ha celebrado sus dos años de independencia con celebraciones en las calles, declaraciones de autoafirmación política, felicitaciones de Estados Unidos y un estudiado silencio de la UE.

Han pasado dos años desde la autoproclamación de la soberanía kosovar y el país ha avanzado muy poco. Sin estructura política ni económica estable, el país depende de la ayuda exterior y casi la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Soldados de la ONU y policías y funcionarios de la UE intentan controlar, a duras penas, la corrupción y el crimen organizado.

El 17 de febrero miles de banderas ondeaban en las calles de Prístina, la capital de Kosovo, para celebrar el segundo aniversario de la independencia del país . El gobierno ha querido aprovechar la efeméride para convertirla en un acto de exaltación de la autoproclamada soberanía de esta antigua provincia serbia que se mantiene en un difícil equilibrio entre la pobreza y la corrupción, diez años después del fin de la guerra con Serbia.

«En los pasados dos años en los que funcionamos como un país independiente hemos demostrado al mundo que la independencia de Kosovo ha traído más paz y estabilidad a la región», declaró el presidente Fatmir Sejdiu.

Seguramente es verdad, pero seguramente insuficiente. Hay una Constitución, un himno, unas fuerzas de seguridad y hasta embajadas en el exterior. Pero también otra realidad. El país tiene dos millones de habitantes, la población más joven de Europa; el 45 % de los cuales es pobre, según datos del Banco Mundial; el paro llega al 40% y el salario medio es de unos 240 euros al mes.

Datos demoledores para cuestionar la eficacia de la independencia, sólo posible gracias a los 4.000 millones de euros recibidos de ayuda exterior. Jean-Michel de Walle, analista de la Universidad Libre de Bruselas, confirmaba en Euronews que los problemas siguen siendo los mismos que hace dos años: «Es un país pobre, sin estructura, sin riqueza natural. Todo eso se complica por la falta de una administración competente, de políticas públicas y de una elite política, económica y social capaz de desarrollar un verdadero proyecto político para ese país».

Vigilancia internacional

Esa situación ha conducido a Kosovo a ser un territorio donde todo el mundo tiene asumido como normal que exista una corrupción generalizada y que el crimen organizado funcione casi impunemente. Todavía hay en el país diez mil soldados de la KFOR y unos tres mil policías, jueces y funcionarios de la UE, en la misión Eulex.

La división étnica de la población, origen del conflicto, continúa complicando las cosas. Ciento veinte mil serbios viven aún en el norte del país, con el apoyo de Belgrado, y el peligro de enfrentamiento sigue latente. Pero hay quien ve la botella medio llena. El secretario general de la OTAN, Rasmussen, declaraba hace unas semanas: «Los desafíos a la seguridad en Kosovo ya no son militares. Esto supone un éxito para Kosovo, para la región y para la comunidad internacional, incluida la OTAN. Kosovo es realmente una historia de éxito».

Soberanía en entredicho

El gobierno de Prístina acusa a Serbia de torpedear la integración de su minoría étnica en Kosovo y desde Belgrado se insiste en buscar una solución internacional que eluda la independencia de su antigua provincia. El Tribunal Internacional de Justicia aún tiene que pronunciarse sobre la legitimidad de la soberanía kosovar, aunque su resolución no será vinculante. Sesenta y cinco de los 192 Estados representados en la ONU han reconocido diplomáticamente al nuevo país, entre ellos, Estados Unidos, Japón y 22 de los 27 socios de la UE. Sin embargo, Kosovo no existe como país para China, Rusia, India o Brasil, ni para 5 Estados de la Unión: España, Grecia, Chipre, Rumania y Eslovaquia.

El gobierno de Zapatero no reconoce la independencia kosovar porque no se respetó la legalidad internacional, al no contar con el acuerdo de Serbia y en marzo del año pasado decidió retirar las tropas españolas que formaban parte de la misión internacional en el país. Algunos analistas ven en esa decisión española el interés en evitar comparaciones o contradicciones con la situación interna española en cuanto a las reivindicaciones independentistas.

Aunque la mayoría de los miembros de la UE apoyó la autoproclamación de la republica de Kosovo, formalmente la Unión mantiene una posición ambigua. La Alta Representante para la Política Exterior y de Seguridad, Catherine Ashton, está estos días de visita en los Balcanes y tiene un papelón por delante cuando visite Prístina para dar una respuesta a las aspiraciones kosovares de ser algún día miembro de la UE.

En Estados Unidos lo tienen más claro. Kosovo es un punto geoestratégico importante en una zona que históricamente ha sido un avispero y en la que Rusia ejerce una clara influencia. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha celebrado el segundo aniversario de la independencia y ha felicitado al gobierno kosovar por sus «continuos esfuerzos de crear un futuro seguro y próspero para todos los ciudadanos». euroXpress