La información divulgada por Landsvirkjun procede de un borrador de informe que fue presentado al concejo municipal de la zona. El lago Lagarfljot tiene 92 kilómetros de largo. Se trata, en realidad, de una serie de lagos atravesados por un río. Los habitantes lo usan con fines recreativos, y otrora también sirvió para la pesca. Como parte de la obra de Karahnjukar se desvió un río de glaciar hacia el lago Lagarfljot, el volumen de agua aumentó significativamente, y las riberas de un tramo de 50 kilómetros se han erosionado, dañando la tierra agrícola.
Pétur Elísson es presidente de la asociación de terratenientes cuyas propiedades limitan con el lago. Después del inicio de la construcción, Landsvirkjun mantuvo una reunión con la asociación de dueños de tierras y con un ingeniero. «Ellos dijeron que el nivel del agua aumentaría levemente y que no habría erosión u otros impactos en las riberas del Lagarfljot. También, el efecto del sedimento suspendido no causaría muchos daños a la biodiversidad, pero si eso ocurriera, el abogado de Landsvirkjun nos dijo que 'ellos compensarán los daños'».
Actualmente, las existencias de salmón prácticamente han desaparecido y la población de truchas se ha reducido un 80 por ciento. El color del lago ha cambiado y se ha vuelto mucho más oscuro debido a todos los sedimentos, incluidos los emanados del río de glaciar que ahora desemboca en él. La capacidad de fotosíntesis de las algas y otras plantas ha disminuido, dado que es muy poca la luz que penetra las aguas, también por culpa de los sedimentos. Y la biodiversidad vegetal se ha reducido en general.
Además de que ha menguado la población de peces, algunas aves también resultan afectadas, tanto porque tienen menos alimento como porque su hábitat se está destruyendo. Pero la mayor parte de estos cambios se previeron en 2001, cuando la planta llevó a cabo su evaluación de impacto ambiental. La Agencia de Planificación, que en aquel entonces determinaba si una obra podía seguir adelante o no, dijo que las consecuencias ambientales de la presa de Karahnjukar eran tan grandes e inciertas que no permitiría que la planta se terminara de construir.
Dos de los muchos motivos que dio fueron los efectos negativos que la planta tendría sobre el lago y la gran incertidumbre en relación a los impactos ambientales sobre muchos otros aspectos. Como plantea Arni Finnsson, de la Asociación de Islandia para la Conservación de la Naturaleza, el país «juega a los dados con su propia naturaleza».
Sin embargo, la decisión de la Agencia de Planificación fue revocada por el ministro de Ambiente de entonces, Siv Fridleifsdóttir, para indignación de muchos ecologistas. «El dictamen del ministro es un ejemplo de mala gobernanza en que un político niega hallazgos científicos para imponer una política de gobierno», argumenta Finnsson.
En 2001, el gobierno de Islandia era de derecha y estaba ansioso por construir una industria intensiva en materia de energía. Ahora, algunos señalan defectos en el estudio de impacto ambiental. Una de esas personas es Finnsson. «Actualmente está claro que el Lagarfljot está casi muerto porque el derretimiento del glaciar Vatnajökull es muy rápido».
El Vatnajökull abarca un ocho por ciento de la superficie terrestre de Islandia, y está integrado por una serie de glaciares que se están retirando a gran velocidad. Tanto el volumen del agua como la cantidad de sedimentos son mayores de lo que pronosticaron los modelos usados por la evaluación de impacto ambiental. «En aquel momento, Landsvirkjun no estudió qué impacto podría tener el calentamiento global cuando un río glacial ingresa en otro río», señala Finnsson, refiriéndose al aumento del 30 por ciento del volumen de las aguas desde que el río Jokulsa a Dal se desvió hacia el Lagarfljot.
Los terratenientes están extremadamente enojados. «¿Cómo puede ocurrir que un ministerio que debería ocuparse de los asuntos de biodiversidad emita un permiso para destruir completamente un ecosistema tan grande? ¿Qué derecho tienen a arruinar nuestra propiedad? En mi opinión, esta es la mayor catástrofe ambiental en Europa e incluso más allá», explica indignado Elisson, presidente de la asociación de terratenientes.
A algunas personas les preocupan las implicaciones más amplias del caso Lagarfljot. En Bjarnaflag, en el norte del país, bien puede construirse una central geotérmica para alimentar una planta de silicona y otra industria no lejos de allí. Hace unos 10 años se llevó a cabo un estudio de impacto ambiental para la central, pero ahora se exige que se actualice, dado que desde entonces han salido a la luz nuevos asuntos relativos a estos proyectos.
Algunas personas sostienen que es necesario considerar las lecciones del proyecto Karahnjukar en el lago Myvatn, lo que incluye la enorme incertidumbre sobre los impactos ambientales tanto del proyecto de Karahnjukar como del de Bjarnarflag.
Por su variedad de aves, el lago Myvatn, uno de los principales sitios turísticos del norte de Islandia, declarado «sitio Ramsar», un humedal de importancia internacional designado por la Convención de Ramsar. A fines del año pasado, la organización ecologista Landvernd, junto con BirdLife Islandia, escribió a la secretaría de Ramsar para manifestar sus preocupaciones sobre el efecto que la planta pueda tener sobre el lago.
Gudmundur Ingi Gudbrandsson, director gerente de Landvernd, escribió, «los problemas ambientales se relacionan con la contaminación derivada de las operaciones de la planta, que incluyen las aguas residuales, los cambios en la temperatura del flujo de agua subterránea en el lago y un sulfuro de hidrógeno transportado por el aire». «Si disminuye la temperatura del agua subterránea, se transportará menos sílice al lago, y la sílice es un elemento fundamental del ecosistema del lago Myvatn».
Tampoco se tienen en cuenta los impactos sobre la salud, originados por una mayor contaminación con sulfuro de hidrógeno. Es necesario evaluar estos asuntos en un nuevo estudio de impacto ambiental para la planta. Hay demasiado en juego», concluye Gudbrandsson.