Tanto los partidos de la coalición conservadora que gobierna en Alemania como la oposición de socialdemócratas y verdes han respaldado el nombramiento de Gauck como presidente alemán. Ha conseguido 991 votos de los 1.232 que han participado en la Asamblea Federal encargada de la elección, compuesta por los diputados del Bundestag y un número igual de representantes de los parlamentos de los estados federados.
Sus rivales han conseguido un respaldo testimonial. Beate Klarsfeld, activista antinazi presentada por el partido de la Izquierda, 126 votos, y Olaf Rose, candidato del partido ultraderechista NPD, tres votos. Se abstuvieron 108 delegados.
«Acepto este cargo con la gratitud infinita de una persona que, tras largos meandros, a través de los desiertos políticos del siglo XX, ha encontrado al fin su patria, de un modo inesperado», ha dicho Gauck, quien tendrá un cargo solo simbólico y representativo, pero con la misión de restaurar la confianza de los alemanes en la jefatura del Estado, tras las renuncias obligadas de sus predecesores, Christian Wulff y Horst Köhler.
Wulff debe su prestigio a su pasado a su rebelión contra el régimen comunista de la antigua RDA desde una iglesia de Rostok, aunque también hay quien dice que fue un opositor más sin otros méritos, y a su labor como primer responsable de la custodia de los archivos de la Stasi, la poderosa policía política de la Alemania comunista. Un hombre respetado dentro y fuera de Alemania.
Con su elección, Alemania tiene por primera vez dos dirigentes procedentes de la RDA en sus más altos cargos políticos, ya que también lo es la canciller Angela Merkel.