Un año de reflexión se ha dado la Comisión Ballenera Internacional para aligerar la moratoria de la caza de ballenas a condición de asumir todo el control de la misma. Todos buscan sacar tajada de unos mamíferos que se están extinguiendo a ojos vista. La actitud de los diferentes países es tan compleja que el comisario neozelandés, Geoffrey Palmer, se preguntaba si la comisión es «un organismo de protección de ballenas o un tratado de caza». Estas cumbres son vitales para el futuro de las ballenas cuya población se ha reducido de forma drástica desde hace 25 años.
Afortunadamente la moratoria, que entró en vigor en 1985, se mantendrá otro año. Pero no todos los países la respetan. Islandia y Noruega no la aceptan y han seguido cazando ballenas. Japón, que sí la firmó se ha inventado un extraño programa científico por el que captura unos 900 ejemplares anuales.
La propuesta de la CBI, que ha sido aplazada, permitiría algo aparentemente contradictorio la persistencia de la moratoria y de una caza comercial con más controles. Permitiría a Japón seguir realizando la supuesta caza científica pero haría la mitad de las capturas que hace ahora de ballena minke y de aleta, unos 400 ejemplares que disminuiría hasta 200 en cinco años. Los barcos llevarían observadores internacionales y se prohibiría la exportación.
Para algunas organizaciones como Greenpeace o WWF ese acuerdo sería mejor que nada, pero no se ha conseguido. «Después de un año de discusiones en la CBI, el único resultado ha sido un año más de prórroga para alargar las negociaciones» ha dicho Junichi Sato, director de campañas de Greenpeace Japón que ha sido condenado a 18 meses de cárcel por denunciar el comercio ilegal de carne de ballena en su país.
Como cada año el escándalo ha estado presente en la reunión ballenera. Japón compra las voluntades de los pequeños países que ni tienen interés por las ballenas o que ni siquiera tienen salida al mar, como Malí, que vota a favor de la caza diciendo que los cetáceos se comen sus bancos de peces. Como todo el mundo sabe, el país subsahariano no tiene ni un sólo centímetro de costa. Los delegados de estos países, han declarado a periodistas con cámara oculta que Japón paga la cuota de sus países a la CBI, la estancia de los delegados en la conferencia y algunos pequeños favores personales a cambio de su voto.
Pero la caza no es el único problema de las ballenas, WWF denuncia las exploraciones petrolíferas submarinas que está llevando a cabo Rusia al norte de Siberia. En la principal área de alimentación de la ballena gris occidental, una especie en la que sólo quedan 26 hembras reproductoras. Hasta los años 80 la población de estos cetáceos se creía extinguida pero se han mantenido en una pequeña zona en las aguas de la isla Shakalin. Precisamente el lugar en el que las continuas explosiones rusas están poniendo en peligro la supervivencia de los pocos ejemplares que han sobrevivido.