Por primera vez en la convulsa historia política de Italia un tecnócrata, el excomisario europeo de la competencia, asumía el cargo de Primer Ministro. Durante este tiempo ha centrado su política económica en recortes y austeridad, una receta que también han aplicado los otros países del sur de Europa afectados por la crisis. Un año después ha dicho que su país «está saneado». «Quizá hoy, sin las políticas de rigor aprobadas por el ejecutivo, no existiría la Eurozona o se habría quedado reducida a su dimensión geográfica sin lo que Italia, con un esfuerzo colectivo sin precedentes, ha logrado realizar». No lo ha dicho de palabra sino que aparece escrito en el preámbulo del documento de 17 páginas titulado «Apuntes de viaje» y publicado hoy por el ejecutivo transalpino.
Monti recuerda las medidas aprobadas, comenzando por la polémica introducción del Impuesto de Bienes Inmuebles para la primera casa, que Berlusconi había retirado, pero también la llamada «spending review», con la que se ha dado un neto recorte a algunos excesos de los gastos públicos. Y también recuerda que se han recaudado 13.000 millones de euros en la lucha contra la evasión fiscal, con un total de 667.000 controles fiscales.
El primer ministro italiano ha reconocido que se podía haber hecho más en favor de las «clases menos favorecidas del país». Su plan de ajuste le ha permitido recortado 30.000 millones. Muchos recordarán las lágrimas de la ministra de Trabajo, Elsa Fornero, cuando anunció una drástica reforma laboral. Todavía queda pendiente subir el IVA del 22 al 23 por ciento en julio.
Durante el tiempo que ha permanecido al frente del ejecutivo, el primer ministro ha viajado innumerables veces a Bruselas y Berlín. Pero también a China, Estados Unidos, Japón, Libia, Líbano, Argelia y las principales capitales europeas, en busca de apoyo moral y económico.
Hace un año Monti contaba con un fuerte apoyo ciudadano, el 71 por ciento. Ahora solo lo aprueban el 32 por ciento. Dos de cada 3 italianos no quieren que repita mandato, ni se presente a las elecciones de abril del año que viene. Doce meses después la vida política italiana está llena de incertidumbres.