Sólo un año después de solicitar su ingreso en la UE, Islandia ha comenzado las negociaciones para convertirse en socio de los 27. Si se cumplen las previsiones, eso ocurrirá dentro de dos años. Islandia forma parte del Espacio Económico Europeo y del Espacio Schengen y tiene asumida, por tanto, buena parte de la legislación comunitaria. Sin embargo, algunos asuntos van a necesitar buenas dosis de diplomacia y cesión por ambas partes.
Islandia llamó a las puertas de la UE cuando su economía se vino abajo con la crisis financiera. El gobierno de Reykiavik vio entonces que, mal que bien, Europa y su moneda única podían campear los mordiscos de los mercados mucho mejor que la débil moneda de una pequeña isla del Ártico que, hasta entonces, vivía como uno de los países más desarrollados del mundo.
Ahora, en proceso de recuperación gracias a la ayuda del Fondo Monetario Internacional, Islandia no quiere correr nuevos riesgos y opta por estar bajo el paraguas comunitario. Aunque «Islandia y la UE llevan más de cuarenta años cooperando,» como se recalcó en el Consejo de Exteriores, las negociaciones de adhesión no van a ser fáciles. Islandia tendrá que corregir un déficit del 9,3 % y una deuda pública superior al 100% del PIB, muy lejos de lo establecido en el Pacto de Estabilidad europeo.
Como consecuencia de la crisis, Islandia tiene un problema añadido. La quiebra del banco Icesave hizo perder millones de euros a los ahorradores británicos y holandeses que siguen reclamando compensaciones. Una operación difícil de resolver porque una propuesta de pago realizada por el gobierno fue rechazada en referéndum.
La pesca, el principal obstáculo
Pero no sólo la economía tendrá que ajustarse a lo que dicte Bruselas, la pesca es el principal escollo en las negociaciones, porque es la principal fuente de ingresos de la isla y el gobierno pretende preservar sus caladeros de la flota comunitaria. El ministro sueco de Exteriores, Össure Skarphédinsson, argumenta a su favor los buenos modos islandeses y dice que la UE debería tomar ejemplo. «En tiempos de sobrepesca endémica, Islandia ha conseguido crear un sistema que no es perfecto, pero que asegura la explotación sostenible de los recursos». En consecuencia, lo que pide es una exención en la Política Pesquera Común que, Bruselas, en principio, no está dispuesta a aceptar.
El argumento de la sostenibilidad también es válido, según Reykiavik, para otro tema espinoso: la caza de ballenas, rechazada por la UE y tradicional en Islandia. Su gobierno mantiene que no pone en peligro ningún recurso marino.
Y aún habrá que hacer frente a un cuarto obstáculo: el euroescepticismo de su población. En sólo un par de años, los resultados de las encuestas han dado la vuelta. Ahora sólo un 26 % de los islandeses quiere verse dentro de la UE y un 60% está abiertamente en contra. El gobierno confía en convencer a sus ciudadanos de que fuera de la UE hace más frío, antes de que se celebre el referéndum que decidirá finalmente la adhesión a Europa. euroXpress