La reina Isabel II de Inglaterra sigue celebrando sus 60 años en el trono entre multitudes. Ahora le toca el turno a la provincia autónoma de Irlanda del Norte, en una visita que se ha considerado histórica por un motivo. En las próximas horas se reunirá con el excomandante del IRA y viceprimer ministro principal de Irlanda del Norte, Martin McGuiness. Sin duda será un histórico apretón de manos. Isabel II ha visitado Irlanda en cada uno de sus 3 jubileos (1977, 2002 y 2012).
Un acto benéfico servirá de excusa para reunir a la reina Isabel II y el líder del Sinn Fein, Martin McGuinnes y ofrecernos una imagen histórica, muestra de la reconciliación entre las dos partes del conflicto de Irlanda del Norte. La reina inglesa que impuso su dominio militar sobre la provincia y uno de los líderes del brazo político del IRA, que mantuvo un pulso contra las fuezas de seguridad británicas durante 3 décadas, se reunirán en el castillo de Stormont, sede del Parlamento. McGuiness y el Sinn Féin, liderado por el histórico Gerry Adams, han mostrado que el pragmatismo puede mucho más que las armas. En Irlanda del Norte las comunidades católica y protestante continúan divididas en la vida diaria, pero los acuerdos de Viernes Santo de 1998 han permitido que la provincia autónoma se haya pacificado y la violencia ha desaparecido, aunque vive rebrotes puntualmente.
A Alec McGuinness le ha costado mucho aceptar el apretón de manos con la soberana inglesa. Anteriormente se había negado a recibirla, según explicó por un malentendido con la oficina británica que no había detallado la visita real.
El acto simbólico no está exento de recelos porque el IRA asesinó al primo de Isabel II, Lord Mountbatten en 1979, y los católicos norirlandeses no olvidan la conquista y posterior represión impuesta por la corona británica. La primera visita de la reina ha sido a las víctimas de Enniskillen, donde tuvo lugar una de los mayores atentados del IRA, luego ha visitado por primera vez una iglesia católica norirlandesa.
El número 2 del Sinn Féin, es consciente de que la iniciativa implica un desafío político y simbólico muy importante y que puede abrir viejas heridas entre las víctimas católicas que sufrieron la represión. Un conflicto que duró más de 30 años, en el que murieron 3.500 personas.