En un acto celebrado en Madrid se ha simbolizado el relevo de presidencias rotatorias de la UE con el cambio de banderas, la de Chipre por la de Irlanda. Aunque se repite que las presidencias nacionales ya no tienen poder de decisión en la nueva arquitectura institucional de la Unión, muchos confían en las capacidades de Irlanda como mediador para resolver grandes escollos europeos.
Por ejemplo, Íñigo Méndez de Vigo, el secretario de Estado para la UE, quien ha recordado que Irlanda ha ostentado la presidencia europea en siete ocasiones y que se ha ganado buena fama por sacar a Europa de algunos de los grandes atolladeros en los que se ha encontrado. Méndez de Vigo confía por tanto en la capacidad del gobierno de Dublín para hacer avanzar a Europa en los grandes desafíos que se presentan este trimestre, como los progresos en la Unión Bancaria, desatascar el presupuesto plurianual de la UE o poner en marcha la Garantía Europea de empleo para jóvenes menores de 25 años.
Precisamente el empleo es lo que ha destacado el embajador irlandés en España, Justin Harman, como gran objetivo de la presidencia irlandesa y como resultado de llevar a Europa a la estabilidad y el crecimiento, los tres ejes del mandato irlandés. Capacidades diplomáticas y negociadoras no faltan, pero el programa es decididamente ambicioso.
Harman ha sacado pecho para defender que un país pequeño de la UE puede hacer un gran trabajo al frente del Consejo y la prueba la pone en su política interna porque Irlanda está a punto de abandonar su condición de país rescatado por la UE y el FMI.
El optimismo irlandés sobre lo que se avecina es compartido por el secretario de Estado español. Méndez de Vigo se ha atrevido a decir que «lo peor ya ha pasado».