La joven Sophie Peeters, que realizaba su tesis sobre sexismo, grabó sus paseos por las calles de Bruselas, en las que diferentes hombres le hacen proposiciones sexuales o le llaman puta sin haber mediado palabra previa.
La difusión del documental removió las conciencias de los políticos belgas que se sumaron al lema de «tolerancia cero» y esta medida del ayuntamiento de la capital es una de las consecuencias. Ahora, el alcalde, el socialista Freddy Thielemans, señala que se trata de un reglamento que lucha contra tres cosas, golpes, insultos y robos simples. Se prevén los dos casos posibles: que un policía presencie el momento del insulto o que no haya flagrante delito, en cuyo caso se abrirá una investigación con ayuda de testigos e incluso con las cámaras de seguridad de la calle o los establecimientos.
La medida es polémica y no cuenta con el apoyo de todos los ciudadanos, por unas u otras razones, ni siquiera con quien mantiene posiciones feministas. La coordinadora de Estudios de la Mujer de la Universidad de Bruselas, Claudine Lienard, en declaraciones que recoge el periódico Le Soir, dice que se trata de una medida represiva, «pero luchar contra los estereotipos pasa también por la educación y la prevención». Como caso ilustrativo, Lienard, asegura que «cuando una mujer ha sido violada y va la comisaría, corre el riesgo todavía de que le digan que su falda era demasiado corta».
El alcalde responde que «las sanciones administrativas funcionan porque cambian la mentalidad de los ciudadanos».