Bucarest- Todo comenzó el pasado 11 de enero, cuando el Presidente Basescu intervino en directo en la televisión Realitatea exigiendo de manera soberbia la dimisión inmediata del secretario de Estado de Sanidad Raed Arafat –uno de los personajes más valorados del país-, por oponerse al proyecto de reforma de la sanidad impulsado sin debate previo por el partido gubernamental, el conservador PDL.
De inmediato se sucedieron por todo el país manifestaciones de apoyo a Arafat y en contra de la reforma sanitaria. Protestas que pronto se transformaron en un coro con múltiples y ramificadas reivindicaciones cuyo denominador común era el hartazgo de un gobierno que ha hecho recaer sobre las clases medias y bajas todos los esfuerzos por controlar el déficit presupuestario (brutal disminución del 25% de los salarios públicos, incremento del IVA del 19 al 24% o disminución de algunas pensiones).
La respuesta gubernamental fue la temporización y el desprestigio. Se hicieron mofas del número de manifestantes («menos de los que cualquier día acuden a los centros comerciales») e incluso el Ministro de AA.EE. y Vicepresidente Primero del PDL, Teodor Baconski, se permitió insultarles llamándoles «barriobajeros ineptos».
Sorprendido por la constancia e intensidad de las protestas, Basescu optó por su versión más conciliadora y trató de contentar a algunos de los manifestantes: solicitó la paralización del proyecto de reforma sanitaria y la vuelta –aceptada por éste- de Arafat, hizo promesas a los revolucionarios de 1989 de volver a reintroducir las ayudas que dejaron de percibir a partir del 1 de enero y forzó la dimisión de Baconski (se enteró a través de sms cuando asistía a una reunión en Bruselas).
El toque de atención vino entonces desde Estrasburgo, donde los socialdemócratas (PSE) y liberales (ALDE) europeos emitieron un comunicado de condena: «Queremos expresar nuestra preocupación por el comportamiento cada vez más antidemocrático de régimen de Bucarest, donde su Presidente ha ejercitado sus atribuciones al límite de la Constitución». Asimismo, recordaron que si bien los ajustes son imprescindibles en estos momentos, máxime si quieren recibir la siguiente transacción del préstamo de 13.000 millones de euros negociado en 2009 con el FMI, es incomprensible que al mismo tiempo Rumanía sólo haya sido capaz de absorber el 5´5% de los 18.200 millones de euros de fondos europeos que le fueron asignados para el período 2007-13, debido a su incapacidad administrativa y corrupción generalizada.
La coalición opositora USL (socialdemócratas y liberales) decidió el 31 de enero dar un nuevo giro de tuerca a su presión gubernamental iniciando una huelga parlamentaria que ha bloqueado los trabajos del Parlamento –el Senado se quedó sin quórum-, para forzar la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas y la dimisión del actual gobierno.
El último y definitivo clavo al ataúd gubernamental ha venido de parte del Tribunal Constitucional, quien declaró inconstitucional la agrupación de elecciones legislativas y municipales. Bajo la excusa de un ahorro presupuestario, subyacía la intención no declarada de utilizar a los barones locales del PDL como «recolectores de votos» (muchas veces entendidos de manera literal) para evitar un varapalo histórico en unas legislativas en las que los sondeos no vaticinan más de un 15% de votos para el PDL.
Durante los últimos días el Presidente Basescu se ha visto sometido a las presiones de los negociadores del FMI, quienes a la vez que negociaban el préstamo concedido exigen la liberalización absoluta del sector energético antes de 2017 y un incremento sustancial del precio industrial y doméstico de las tarifas eléctricas y de gas, medidas que podrían provocar una nueva ola de protestas.
Ante tamañas y tan diferentes presiones, el Presidente Basescu se ha visto obligado a realizar un sacrificio mayúsculo que aplaque la ira popular y frene la petición de responsabilidades políticas, solicitando a su Primer Ministro Emil Boc que presente la dimisión.
Por el momento se desconoce si estas cesiones presidenciales contentarán a los manifestantes que día a día se concentran en las principales ciudades del país, con unas temperaturas que han llegado a -22C°. Lo que si es seguro es que ni Basescu ni aquellos que menospreciaron a los manifestantes olvidarán jamás la cita de Ovidio: «La gota horada la piedra, no por su fuerza sino por su constancia».