Las elecciones de hoy son las primeras bajo una nueva ley electoral, que reduce el número de escaños de 386 a 199, y que, tras modificar la Constitución, no tiene segunda vuelta. Según esa legislación si obtiene el 48 % de los votos, el partido de Orbán, Fidesz, podría superar los 133 escaños, y revalidaría su mayoría cualificada en la Cámara.
Los húngaros le han agradecido sus medidas económicas entre las que destacan la subvenciones de los precios de la energía, principalmente luz, agua y gas y han hecho oídos sordos a las críticas de la Unión Europea, Estados Unidos y organizaciones internacionales que habían acusado a Orbán de tomar una deriva autoritaria, desde 2010.
Muchos analistas consideran que ha polarizado el país como no ocurría desde la época comunista. La mayoría que ha mantenido durante estos años en el Parlamento le ha permitido aprobar más de 800 leyes sin encontrar oposición. En ese marco ha cambiado la Constitución, impuesto la censura a la prensa y ha aprobado la nueva ley electoral.
Orban, que mantiene buenas relaciones con el actual presidente ruso, apuesta por los mercados del este, especialmente el ruso y el asiático, antes que los de la propia Unión Europea. Unas medidas que han llevado a que los inversores internacionales sean reacios a llevar su dinero al país magiar.
Orbán, un disidente liberal anticomunista, fue en 1998, con 35 años, primer ministro, vencido por la izquierda en las siguientes elecciones, regresó al poder en 2010 y todo parece indicar que continuará durante cuatro años más.