Sobre la mesa, Rusia ha ganado la partida a la Unión Europea y EEUU con la anexión de la península ucraniana de Crimea. O, al menos, de momento. La expulsión de Moscú del G-8 ha hecho renacer los recuerdos de una Guerra Fría que, para muchos, nunca llegó a terminar. Y en el plano internacional, ya se habla de unas más que posibles consecuencias que los últimos movimientos del gobierno de Vladimir Putin podrían acarrear a Rusia.
No son buenas las previsiones que llegan desde el Banco Mundial que avisa de que la economía rusa podría contraerse hasta un 1,8 % este año si aumentan las sanciones internacionales. Rusia no solo tendrá que reservar una parte destacada de su presupuesto público para satisfacer las necesidades de su nueva península, Crimea, importante en tamaño y en gastos.
También unas pérdidas anuales de más de 108.000 millones de euros como consecuencia de la actual crisis económica de la que no se libra ninguna región del Planeta.
El gobierno ruso ya ha reconocido que en este primer trimestre del año, la huída de capitales es una constante en el país. Tanto multimillonarios rusos como inversores extranjeros ven con mejores ojos otros países, sobre todo del sur de Europa, más estables económica y socialmente, y en un lento pero progresivo aumento en su crecimiento.
Desde enero hasta día de hoy, 63 millones de euros han dejado la patria rusa en busca de nuevos destinos, «los recientes acontecimientos en Crimea han convertido el prolongado problema de confianza en una crisis de confianza», ha llegado a admitir la economista jefe para Rusia del Banco Mundial, Birgit Hansl, en la presentación del último informe del país.
El miedo a las represalias y la rápida manera de contestar a las sanciones del gobierno ruso da, cada vez más miedo a los inversores. A lo que se suma, los efectos aún por medir de las sanciones económicas que amenazan desde Estados Unidos y que podrían repercutir directamente sobre los fondos invertidos en el país.
El Banco Mundial dice que el PIB ruso podría caer un 1,8% este 2014, lejos del crecimiento estimado del 1,1%. Sin embargo, la crisis de Crimea no es solo la culpable de esta situación. En 2013, Rusia creció un 1,3%, varios puntos menos de lo que auguraban las previsiones mundiales. La inseguridad de los empresarios en este país euroasiático, continúa in crescendo.
Pero los problemas para Rusia no terminan ahí. El rublo acumula en 2014 una caída del 7%, la agencia de calificación de riesgos Standard & Poor's rebajó la semana pasada la nota de Rusia a dos pasos del bono basura y, para los analistas internacionales, la baza energética del país podría volverse en su contra ya que depende en un alto grado de las exportaciones.
La Unión Europea busca otras alternativas al gas ruso que, de encontrarse, podría suponer un duro golpe para los planes de Putin y su gobierno, conscientes sin duda de ello. El viceministro de economía ruso, Andréi Klepach, ha manifestado que «el enfriamiento de las relaciones es un significativo factor negativo para el crecimiento económico y repercutirá en la fuga de capitales» y ha añadido que dicha fuga «ya era notable» antes de la actual crisis diplomática.
El viceministro subraya que su cartera espera un empeoramiento de cooperación económica tanto con los países desarrollados como con los mercados mundiales. El banco central de Rusia ha aumentado el tipo de interés de referencia desde el 5,5% hasta el 7,0% para sostener el rublo y frenar la salida de capitales.