Françoise Hollande, en sus momentos más bajos de popularidad, ha forzado la dimisión del primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, y se lo ha apostado todo al joven Manuel Valls, hasta ahora su ministro más popular y uno de los políticos mejor valorados por los votantes franceses. Ya se veía venir desde el domingo pasado, cuando tras el cierre de los colegios electorales en la primera vuelta de las municipales, los resultados comenzaban a ser preocupantes para los socialistas.
La debacle del PS en las municipales, ha obligado a Hollande a reformar el ejecutivo y dar un giro más populista a su política social. Se lo ha apostado todo a la carta del, hasta ahora, ministro de interior. Manuel Valls, nacido en Barcelona hace 51 años, se ha criado en Francia, aunque pasaba los veranos en la capital catalana, donde su padre trabaja por temporadas. A los 17 años se afilió al PS, aunque no obtuvo la nacionalidad francesa hasta los 20, lo que le impidió votar en 1981 en las elecciones que ganó François Mitterrand.
Como ministro se ha ganado mucha popularidad pero también ha protagonizado algunas de las decisiones más polémicas del ejecutivo de Ayrault, entre las que se encuentra la expulsión de una niña gitana cuando viajaba de excursión con unos compañeros de clase, también cuando se ha mostrado partidario de colocar cámaras de vigilancia para luchar contra la delincuencia.
Considerado un centrista, dentro del Partido Socialista, antes de ser primer ministro y ministro del interior, Valls tuvo la cartera de Relaciones con el Parlamento, con Michel Rocard, y Lionel Jospin lo eligió como portavoz ministerial. Alcalde de Evry en 2001, es diputado desde 2002. En las primarias de 2011 fue penúltimo de los seis candidatos, lo que no fue obstáculo para que Hollande lo escogiera como ministro.
Una carrera política que recuerda a la de Nicolás Sarkozy, que preparó su carrera al Elíseo desde el ministerio del interior. No se sabe cual será su futuro, pero muchos analistas cree que no será «el salvador» de Hollande,
Las elecciones municipales han supuesto un varapalo para Hollande. Pese a su simbólica victoria en París, los socialistas, en el gobierno desde mayo de 2012, han perdido 151 ciudades de más de 10.000 habitantes y ha cedido a la derecha ciudades de más de 100.000 como Toulouse, Reims, Saint-Etienne, Anger o Amiens.