Hola, les habla el huracán Sandy. La gente me llama «Frankentormenta», «supertormenta» e incluso «bomba meteorológica». La verdad es que no pretendo dañar a nadie. Pero una humedad atmosférica y un calor oceánico sin precedentes me han dado un poder incontrolable.
Lamento decir que tengo tanta potencia eólica que estoy poniendo el mar dentro de sus casas a lo largo de toda la costa este de Estados Unidos sobre el océano Atlántico. El mar es como una ensaladera llena de agua e inclinada de tal modo que no puede sino derramarse. Mis vientos llegan a 150 kilómetros por hora. Van a perder velocidad a medida que se adentren en tierra, pero para entonces habrán empujado tanta agua sobre la costa que habrá inundaciones por todas partes.
Probablemente cause daños de miles de millones de dólares en Washington, Nueva York, Boston y otras partes del noreste de Estados Unidos. Y seguramente mataré a varias personas. Ya lo he hecho. Unas 60 perdieron la vida cuando pasé por Jamaica, Cuba y Haití hace unos días.
Soy una fuerza de la naturaleza, pero es importante que entiendan que esto no es culpa mía. Nací apenas el 22 de este mes en las aguas cálidas del sudoeste del mar Caribe como un conjunto de tormentas eléctricas y lluvias, lo que ustedes llaman una depresión tropical, primer estadio en la formación de un huracán.
Una de las rarezas de mi nacimiento fue que se produjo muy al final de la temporada de huracanes. Pero esto pasa cada vez con más frecuencia, a medida que el clima se calienta y grandes partes del océano conservan el calor durante más tiempo. El aire y el agua están más cálidos porque la atmósfera tiene ahora cientos de millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) procedentes de la quema de carbón, petróleo y gas, así como de la deforestación, la agricultura y las industrias.
Ustedes ya saben que el CO2 es como una manta que mantiene el planeta tibio, reteniendo parte del calor que le dan los rayos solares. Pero esos cientos de millones de toneladas de CO2 que ustedes, los humanos, han puesto en la atmósfera hacen que el cubrecama sea más y más grueso y capture más calor del Sol.
Esa cantidad extraordinaria de energía calorífica atrapada equivale a explotar 400.000 bombas atómicas como la de Hiroshima cada día, los 365 días del año.
La mayor parte de ese calor extra ha ido a los océanos. Por eso las temperaturas terrestres se han elevado una media de apenas ocho décimas de grado desde la era preindustrial. Los mares son más y más calientes, y sus aguas cálidas se expanden, como cuando la olla se recalienta, la leche hirviendo se derrama. Esa es una razón del aumento del nivel del mar; la otra es que se derriten los glaciares y los hielos polares. El aire más caliente puede asimismo cargar más humedad. Las mediciones realizadas muestran que ahora hay entre un cuatro y un seis por ciento más de vapor de agua en el aire, por lo que las precipitaciones son más intensas.
Yo nací en el agua a una temperatura de al menos 28 grados. Para crecer fuerte necesito agua tibia y un aire bien cargado de humedad. Había abundancia de ambos la semana pasada, y en la noche del lunes 22 de octubre la velocidad de mis vientos era lo suficientemente fuerte como para llamarme tormenta tropical. Para el miércoles 24 era más poderosa y me bautizaron huracán Sandy, el décimo de la temporada. Este año ya ha tenido 18 tormentas tropicales, por lo que 2012 podría convertirse en el tercero de mayor actividad ciclónica de la historia.
Los huracanes vivimos sobre el agua caliente y el aire húmedo. Por eso perdí potencia cuando pasé por las montañas y colinas de Jamaica y Cuba. Pero la extensa zona de aguas inusualmente cálidas que se extienden desde Florida hacia el norte por la costa este estadounidense me aportaron la energía para seguir existiendo y crecer en poder y tamaño. De hecho, soy tan grande que podría ser el mayor registrado hasta la fecha. Esto tampoco debe sorprender. El calor creciente atrapado por la manta de CO2 es el combustible de las tormentas y de la creciente humedad para lluvias más copiosas y más inundaciones que en el pasado. Y el aumento del nivel del mar significa que las marejadas serán más destructivas.
Huracanes y tifones fuimos durante millones de años la forma que halló la Tierra para redistribuir el calor. Imagínense que somos como gigantescas válvulas de presión. Cuando el calor atmosférico aumenta como ahora, nadie debe asombrarse de que seamos más grandes y potentes. Ya dije que soy una fuerza de la naturaleza. Muchos dirán que soy un acto de Dios. Pero ahora sabemos que eso ya no es cierto, ¿verdad?
Este lunes 29 por la mañana giré con rumbo norte-noroeste y llegué a unos 400 kilómetros al sudeste de Nueva York. Ya debo de ser la tormenta de mayor tamaño, tengo una extensión total de unos 3.200 kilómetros. Quería permanecer sobre el mar abierto, pero una gran columna de aire frío y alta presión sobre la región de los Grandes Lagos me ha puesto en este rumbo. La inminente colisión entre ese frío y el aire muy caliente y húmedo me harán más potente y peligrosa. Es imposible decir con certeza si el deshielo marino del Ártico, que alcanzó este año un récord histórico, tiene alguna responsabilidad en esto.
Yo sé que la mayor parte del hielo del Ártico se derritió en 2012. El hielo refleja la energía solar, pero el océano oscuro la absorbe. Para que el Ártico vuelva a congelarse debe librarse del calor, arrojándolo a la atmósfera. Ahora precisamente hay allí cantidades récord de energía calorífica saliendo del mar e ingresando al aire. Esto viene pasando cada otoño boreal de los últimos años. Otra vez, no deben sorprenderse de que la liberación de todo ese calor extraordinario altere los patrones meteorológicos.
La corriente en chorro, los vientos oeste-este que actúan como la frontera entre el frío ártico y las latitudes medias más tibias, está perdiendo fuerza, moviéndose más al norte y volviéndose más errática. Otro factor que me impulsa a adentrarme en territorio de Estados Unidos es una maciza cúpula de alta presión localizada en el sudoeste de Groenlandia. Sin ese bloque de alta presión, posiblemente habría resistido el empuje del sistema de baja presión y permanecido en el mar.
Ese sistema de alta presión está parado allí desde hace semanas; los bichos raros de la meteorología lo llaman «evento de obstrucción». Ya produjo una extensión récord de altas temperaturas y un deshielo también récord en Groenlandia. Sí, estoy usando mucho la palabra «récord». Es porque el clima ha virado hacia un territorio desconocido. El calor y la sequía sin precedentes del recién concluido verano boreal en Estados Unidos son solo un ejemplo.
Y las cosas van a seguir cambiando. Las tormentas podemos ser más y más grandes y podemos aparecer con mayor frecuencia o presentarnos en lugares a los que antes no íbamos. No hay modo de saberlo. De algo sí pueden estar seguros: el clima de los últimos 20 siglos ya no existe. Yo soy parte de la nueva normalidad.