El libro blanco, «El futuro de Escocia», lo ha presentado el primer ministro escocés, y recoge que el futuro país mantendría la libra como moneda y el Banco de Inglaterra sería prestamista en último recurso; la reina Isabel II seguiría siendo la jefa de Estado y el país sería miembro de la Unión Europea. Parte de su potencial económico proviene de sus recursos energéticos en el Mar del Norte. Salmond ha destacado que con nuevos instrumentos y poderes podrán tener una economía más competitiva, más dinámica y creadora de empleos».
Quedan poco menos de 300 días para esa fecha y Alex Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP), ha escogido Glasgow, la capital económica y donde hay un mayor número de indecisos, para presentar «el documento más detallado que ha existido nunca en el mundo para conseguir la independencia», según sus propias palabras. La viceprimera ministra, Nicola Surgeon, ha señalado que «la independencia no es un fin en sí mismo, sino un medio para conseguir una Escocia más justa y con mejor nivel de bienestar».
El libro blanco también hace referencia a la defensa, en ese sentido se crearía un ejército y se retirarían los misiles nucleares Trident, lo que permitiría ahorrar unos 120.000 millones de euros.
Para muchos este ha sido el «disparo de salida» de una campaña que hace meses mantiene continuos reproches entre los que defienden la independencia y los que la rechazan. La pregunta que deberán contestar es «¿Escocia debería de ser un país independiente? Según las encuestas estos últimos ganarían el 18 de septiembre. Si se proclamara la independencia, el nuevo estado se formaría el 24 de marzo de 2016. El proceso escocés se mira con interés en otras regiones de Europa con aspiraciones independentistas como Cataluña, el norte de Italia o las regiones flamencas de Bélgica.