En Bulgaria todos se anudan su «marenitsa» (marzo en búlgaro), unas pulseras de lana en blanco y rojo que llevan en las muñecas hasta que ven la primera cigüeña o golondrina. En ese momento cortan el cordón para anudarla en la rama de un árbol. Quién pasea estos días por los parques búlgaros se encontrará con cientos de pulseras atadas a ellos.
Es habitual que hasta el 6 de marzo las regalen en los comercios o que alguien cercano ofrezca una «marenitsa». Representan los deseos de felicidad de los ciudadanos.
Otra leyenda cuenta que Baba Marta (la abuela Marta) siempre está de mal humor porque sus hermanos se beben todo el vino sin compartirlo con ella. El ánimo de la abuela marca la meteorología . Por eso los búlgaros se intercambian «martenitsas», para evitar que ocurra alguna desgracia natural. Hay que proteger a los más débiles y ponen a los niños esas pulseras, y hasta a los gatos, se las ponen en la cola.
En Bucarest, una de las fiestas más tradiconales es el ritual del cuco. Los hombres llevan máscaras que representan personajes míticos originarios de tradiciones pre-cristianas. Bailan y recitan oraciones para celebrar la llegada de la primavera y ahuyentar el mal.
La gente de Rumanía, Bulgaria y Moldavia aprovechan las temperaturas más calidas para salir y comprar amuletos. Todos ellos de color blanco y rojo. Las piezas blancas de lana, seda o algodón, simbolizan la fuerza masculina y la longevidad. El rojo representa el espíritu femenino y se asocia con la salud, la sangre, la concepción, el nacimiento y la fertilidad. Es un juego de colores y de estaciones, se deja atrás el invierno y se muestran listos para la alegría de la primavera.
Los amuletos de hoy en día, ya no están hechos en esos países. Son «made in China», y muchas veces fabricados con plásticos.