En su vida legal, fue Iosif, Giuseppe, Yousef y Joseph Mustacchi, natural de Alejandría (Egipto), griego, judío e italiano, por sus orígenes familiares. Francés por la lengua que adoptó y por su voluntad de vivir y cantar en esa lengua. «Arabes, grecs, juifs, italiens, tous des bons Méditérranéens...», decía. Lo vi varias veces en mi vida. La primera estaba en la Librería Fuentetaja, de Madrid. Entendí que no debía romper su silencio para decirle que le debía la expresión de algunos sentimientos, un cierto anarquismo sentimental, el placer de escuchar sus canciones en mis viajes y, desde luego, una parte de mi francés. «Un grand merci, Georges».
Llegó a París cuando tenía 17 años. Hay fotos suyas jovencísimo, con Georges Brassens y junto a Edith Piaf, con quien al parecer tuvo una fugaz relación amorosa. Ejerció de músico y camarero en los bares, hasta que conoció a Brassens, de quien se consideró discípulo; aunque el maestro fuera más bien escéptico, de letras ácidas, y Moustaki de palabras dulces, proclives a suaves revueltas. Otros grandes de la chançon française le honraron cantando sus letras (Yves Montand, Barbara, a quien acompañó cantando a duo).
Entre mis emociones, guardo la primera vez que escuché «Ma liberté, longtemps je t'ai gardé comme une fleur rare...» Su casi ingenua «Sans la nommer», que quería tener una cierta reminiscencia trotskista. Y desde luego, «Le Métèque», que –creo- la censura franquista no permitió difundir entonces en castellano, dando por sentado que no la entendíamos.
Guardo, cómo no, sus vinilos como un tesoro, llenos de recortes de entrevistas, declaraciones y artículos sobre su visión del mundo. Pude verlo alguna vez más, entre las que retengo un concierto impecable en la sala Olympia; cuando (sería 2003 ó 2004) invitó a subir con él al escenario a su amiga Brigitte Fontaine (74 años, hoy). Vestida de punk, con una cadena enlazando las dos pateras de sus pantalones, Brigitte hizo lo que pudo: caerse al subir a escena, dar dos besos a Georges. Pero no pudo articular palabra y mucho menos cantar.
Moustaki sufrió la escena con delicadeza, lo mejor que pudo. Puede que fuera un trotsko-anarquista, pero también era un caballero. Un día fue capaz de anular, sin protestar, sus fechas reservadas en la sala Olympia para ceder ese escenario de leyenda a Madonna. Su enfermedad respiratoria le impidió cantar a partir de enero de 2009. Lo tuvo que decir al público él mismo, en Barcelona, donde se preparaba para ofrecer un concierto.
Hace un año, en las elecciones presidenciales apoyó al candidato marginal del Nuevo Partido Anticapitalista. Su versión de la historia trágica del asesinato legal de los anarquistas Sacho y Vanzetti me sigue poniendo los pelos de punta. Merci, Georges, tu vas nous manquer, mais tu restes dans nos rêves. Georges Moustaki ha muerto en Niza, cerca del mar que amó. En su último viaje, estoy seguro, le acompaña el espíritu de los hombres libres.