Roma, hasta el 20 de enero

Vermeer y el siglo de oro del arte holandés en el Quirinale

Cartel anunciando exposición de Vermeer en una calle de Roma
Cartel sobre exposición Vermeer en Roma / Foto: eXp

La exposición «Vermeer. El siglo de oro del arte holandés», que se puede ver en las Escuderías del Quirinal hasta el 20 de enero de 2013, lleva a la capital italiana algunas de las obras más representativas de este período histórico, caracterizado por el protagonismo de la clase burguesa, pintadas por Vermeer y algunos de sus coetáneos.

A través de medio centenar de obras de una quincena de autores holandeses, el espectador recorre escenas cotidianas de uno de los países más prósperos y con mayor tasa de alfabetización de su tiempo, donde el protestantismo, el comercio y la vida cultural se constituyen como señas de identidad de la burguesía.

Aunque Johannes Vermeer es el protagonista indiscutible de la exposición, con ocho telas de una delicadeza exquisita como los conocidos retratos «Muchacha con sombrero rojo» (1665) o «Mujer con laúd» (1662), la muestra recoge los óleos de algunos de sus contemporáneos, con técnicas y temática similares.

Pieter de Hooch, Gabriel Metsu, Frans van Mieris, Ludolf de Jongh o Gerard ter Borch son algunos de los pintores cuyas obras se exponen junto a las de Vermeer, y que, lejos de verse ensombrecidas por las del maestro de Delft, complementan su visión de la sociedad en la que vivían.

El recorrido de la muestra adentra al público progresivamente en la realidad burguesa: así, de los exteriores de Jan van der Heyden, con «Vista del Ayuntamiento nuevo de Amsterdam» (1667), y de Egbert van der Poel, con «Vista de Delft con la explosión de 1654» (1654) se pasa a escenas de interior, típicamente burguesas.

Porque cuando Vermeer pinta «La callejuela» (1658) no está sino reproduciendo una escena de interior al aire libre, con tres mujeres realizando tareas domésticas como si de una casa de muñecas se tratase.

El gusto por las artes tiene su reflejo en la gran cantidad de lienzos dedicados a retratar a los burgueses tocando instrumentos o leyendo, como en los cuadros «Mujer al clavicordio» (1665), de Gerrit Dou, «Concierto de familia» (1669), de Godfired Schalken, o «Mujer leyendo una carta» (1666).

Estas escenas de una vida refinada con lujos fuera del alcance de la mayoría de los europeos del siglo XVII alcanza su máxima expresión en pinturas como «Mujer con pendiente de perla» (1654), de Carel Fabritius, o el retrato de Frans van Mieris «Mujer dando de comer a un papagayo» (1663), en el que el exotismo del pájaro traslada al espectador a un mundo de fantasía.

También quedan documentadas las relaciones familiares, desde la pose forzada de cara a los vecinos de «Retrato de familia en un patio en Delft» (1660), de Pieter de Hooch, a la naturalidad del gesto del pequeño que llora ante el castigo de su madre de «El tamborilero desobediente» (1655).

Aunque la mayor parte de las escenas corresponden a la vida civil, algunas de las pinturas son de temática religiosa, como el interior de una iglesia gótica realizada por Emanuel de Witte o las dos «Santa Práxedes», una de Felice Ficherelli, de 1645, y otra de Vermeer, de 10 años después.

Precisamente, el valor que el propio Vermeer dio a la religión en su vida -convirtiéndose al catolicismo en un país de mayoría protestante- cierra la exposición con la «Alegoría de la fe» (1672), uno de los lienzos de mayor formato entre los expuestos, en el que el rico simbolismo religioso rompe con la aparente simplicidad de la vida terrenal burguesa.