Dos hombres fundamentales en la historia de Europa
Jean Monnet
Jean Monnet comenzó a trabajar y a viajar a los 18 años, había recibido el encargo de su padre de ampliar los negocios familiares y esto contribuyó a ampliar su mente. Desde muy joven pensó que los países tienen mucho más que ganar juntos que separados. Después de la Primera Guerra Mundial fue Secretario Adjunto de la Sociedad de Naciones. En San Francisco participó en la creación de un banco de inversiones, que se vio afectado por la Gran Depresión. En sus memorias habla de ese momento «Los hombres sólo aceptan el cambio resignados por la necesidad y sólo ven la necesidad durante las crisis». Después de la Segunda Guerra Mundial concibió un plan para la fusión política de Francia y Gran Bretaña, que recibió el apoyo de Churchil pero de ningún otro.
En 1943 ya era un europeísta convencido y activo «Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Esto supone que los Estados de Europa se agrupen en una Federación o entidad europea que los convierta en una entidad común.»
Al terminar la guerra continuó elaborando su sueño europeísta. Concibió la idea de la unidad europea fundamentada en una base económica solidaria para llegar más tarde a la unidad política.
Robert Schuman
Un hombre austero, durante años tuvo alquilado un apartamento en un sexto piso sin ascensor aunque no tenía problemas de dinero, que ocupó importantes puestos en la vida política francesa. En 1948 fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores y aunque no poseía dotes como orador, dos años más tarde pronunció uno de los discursos más trascendentales de la historia europea. Ante unos 200 periodistas leyó la declaración preparada por Jean Monnet, que estaba sentado a su derecha.
El que fue conocido desde entonces como plan Schuman, proponía la creación de una comunidad franco alemana que aprovechara conjuntamente el carbón y el acero de los dos países bajo una Alta Autoridad común, que fuera independiente de los gobiernos y con poder para imponer sus decisiones. Cuando estuviera funcionando, se podría ampliar a otros países para formar un espacio de libre circulación de personas, mercancías y capital. Esta colaboración e intercambio de intereses evitaría una nueva guerra.
Treinta y cinco años más tarde el 9 de mayo se proclamó día de Europa y cada año se recuerda aquella declaración que decía, entre otras cosas «Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania.»
Han pasado 60 años y no ha habido otra guerra mundial.