PUERTO PRÍNCIPE, (IPS) - Poco han cambiado las cosas en estos dos años para Dieulia St. Juste. Su esposo fue uno de los aproximadamente 230.000 muertos en Haití en el terremoto del 12 de enero de 2010 y ella y sus tres hijos se quedaron sin hogar.
Esta vendedora ambulante de 38 años todavía vive en un campamento situado junto al derrumbado Palacio Nacional de Puerto Príncipe. «Dos años después del terremoto, me resulta difícil hablar sobre nuestras condiciones de vida», dijo. «No tenemos una vida linda (...) En esta tienda vivimos como perros. Nadie me ayuda a cuidar a mis hijos. Cada día tengo que caminar por las calles vendiendo cosméticos, y espero poder seguir manteniéndolos de esa manera», agregó.
Al cumplirse, este jueves, el segundo aniversario del terremoto que afectó a unos tres millones de personas en lo que ya era el país más pobre de América, St. Juste no parece optimista. «Las cosas son cada vez peor para quienes vivimos en los campamentos. Si yo tuviera los medios (para irme), no me quedaría aquí», dice.
De las tiendas a los tugurios
De los 1,3 millones de personas que hace un año estaban refugiados en unos 1.300 campamentos, ahora quedan unas 500.000 en 750 campamentos. Sin embargo, según investigaciones de Haiti Grassroots Watch y otras organizaciones, la mayoría de los que se fueron de los campamentos viven en tugurios insalubres. Muchos habitan actualmente viviendas dañadas durante el terremoto y señaladas como «rojas» por los ingenieros, lo que significa que deberían ser destruidas.
Otros viven en precarias laderas, en refugios caseros improvisados, en casuchas de cemento muy mal construidas, o en uno de los aproximadamente 100.000 «refugios transicionales», que iban a durar tres años y a edificarse con unos 200 millones de dólares de la ayuda. Muchos más millones cuesta mantener los campamentos. Se ha gastado relativamente poco en reparaciones y viviendas nuevas, aunque algunos proyectos pequeños -400 casas aquí, 1.000 allí- están actualmente en construcción.
Según la Fundación de las Naciones Unidas, desde el terremoto la ONU donaron a 1,5 millones de personas refugio, agua limpia y acceso a letrinas, y a 4,3 millones de personas les dieron asistencia alimentaria. También aportaron 1,5 millones de equipos de emergencia y salud reproductiva, y a 750.000 niños les dieron educación y útiles escolares gratuitos. Además, apoyaron la retirada de más de la mitad de los escombros.
Un análisis de la consultora independiente GiveWell concluye que se recaudaron o comprometieron 5.200 millones de dólares, de los que se han recibido hasta ahora unos 1.600 millones. Sin embargo, Renel Sanon, organizador y secretario ejecutivo de la Force for Action and Reflection on the Housing Issue (FRAKKA, por su acrónimo en creole), dice que la situación socioeconómica de la mayoría de los desplazados en realidad ha empeorado. «No ha habido ninguna mejora en sus condiciones de vida, pese a las sumas exorbitantes que se han gastado», mantiene, agregando que solo se han creado más tugurios en la capital.
Antonal Mortiné, secretario ejecutivo de la Plataforma por la Defensa de los Derechos Humanos, que agrupa a varias organizaciones haitianas, dice que el gobierno y sus socios han violado sistemáticamente el derecho a la vivienda. «Los desplazados (...) están totalmente excluidos. Cuando el Estado hace sus planes, no los tiene en cuenta en absoluto», señala.
Marie Felicia Felix, una discapacitada de 41 años, vive en un «refugio temporal» de la Cruz Roja/Medialuna Roja, en un campamento instalado en el viejo aeropuerto militar llamado «Airstrip Camp». El 12 de enero de 2010 perdió una pierna. «Vivo mejor aquí que cuando vivía en una tienda en el Campamento Jean-Marie Vincent. Aquí me siento bien. No me preocupo cuando llueve», dice. «Por supuesto, no tenemos mucha infraestructura, como electricidad o agua, aunque de todos modos es mejor que el anterior. Pero no se ve ningún esfuerzo real por parte de las autoridades para reconstruir realmente el país», añade. «De hecho, olvidan a los discapacitados cuando toman las grandes decisiones. Ninguno de nuestros líderes ha venido nunca a visitarnos», aclara.
La cantidad de discapacitados que dejó el terremoto varía según los informes, pero algunos señalan que se realizaron 4.000 amputaciones en los días posteriores al desastre. Handicap International informó que colocó unos 1.500 aparatos ortopédicos y distribuyó unos 5.600 accesorios para ayudar a la movilidad, como bastones. La entidad destaca que algunos haitianos discapacitados todavía no han recibido las prótesis y terapias de rehabilitación necesarias.
Epidemia de cólera sin un final a la vista
El problema sanitario más acuciante es la persistente epidemia de cólera, que estalló en octubre de 2010 y que es la peor registrada en la historia moderna. «A mediados de diciembre de 2011, registramos 525.000 casos y 7.000 muertos en Haití, y 21.000 casos y 363 muertos en República Dominicana», con la que Haití comparte la isla La Española, dijo el pasado 6 de enero Jon Andrus, director adjunto de la Organización Panamericana de la Salud, en una conferencia de prensa en la ONU. Cada día hay 200 casos nuevos de cólera, enfatizó.
Según el Center for Economic Policy and Research, con sede en Washington, numerosos estudios científicos han encontrado un claro vínculo entre la cepa del cólera que afecta a Haití y los cascos azules apostados en una base en Mirebalais, cerca del río Meille, donde se inició el brote.
Rastreando el dinero
Aunque se prometieron miles de millones de dólares para las tareas de alivio y reconstrucción, un análisis publicado a comienzos de enero concluyó que apenas el uno por ciento llegó al gobierno haitiano.
El antropólogo Jean-Yves Blot, vicedecano de la Facultad de Etnología de la Universidad del Estado de Haití y coautor del libro «Tectonic Shifts - Haiti Since the Earthquake» (»Cambios tectónicos: Haití desde el terremoto», Kumarian Press, 2012), ha condenado lo que se percibe como un fracaso del Estado haitiano. «Pensamos que el problema está en nosotros, que no sabemos cómo manejarnos, que tenemos desafíos de gobernanza. Acabo de visitar una comunidad vudú que existe desde hace 220 años. Eso muestra que los haitianos sí sabemos cómo manejar las cosas. Los haitianos tenemos mucha pericia en la gestión y la gobernanza, pero la propaganda nos hace creer que necesitamos expertos extranjeros», dice. «Necesitamos hallar una respuesta a esta crisis. Somos nosotros quienes debemos investigar, organizar y encontrar una solución».