«El descenso del nivel del mar no desencadenó la emisión de gases de efecto invernadero durante el Máximo Térmico del Paleocenos-Eoceno (PETM)» señala Victoriano Pujalte, profesor del Departamento de Estratigrafía y Paleontología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) e investigador principal del estudio.
El Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno (PETM) fue un breve -en términos geológicos «solamente» duró unos 200.000 años»- intervalo de temperaturas extremadamente altas que ocurrió hace 56 millones de años causado por una masiva emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. El aumento de temperatura global se estima que fue de entre 5ºC y 9ºC. Quedó registrado en sucesiones geológicas de todo el mundo y causó un fuerte impacto ecológico: el más llamativo desde un punto de vista antropológico fue su impacto en los mamíferos, pero afectó también a otros organismos, incluidos los foraminíferos y nannofósiles (microorganismos marinos que son la base de la cadena trófica) y los vegetales.
Sin embargo, el desencadenante de este calentamiento es aun discutido. La hipótesis más aceptada propone que fue debido a la desestabilización de hidratos de metano que permanecían congelados en los fondos oceánicos. «Algunos autores, como Higgins y Schrag (2006), por ejemplo proponían que un descenso del nivel marino pudo desencadenar o co-ayudar a desencadenar, la emisión de metano o CO2» señala Victoriano Pujalte.
Según esta hipótesis, «los sedimentos marinos que estaban sumergidos en el mar, quedaron expuestos al descender el nivel de este y son los responsables de las emisiones de CO2» añade. Esto fue en cierto modo lo que inició esta investigación. Otros negaban tal posibilidad, e incluso el descenso del nivel marino. «Nuestro objetivo ha sido tratar de establecer el comportamiento del nivel de mar durante ese intervalo de tiempo, el PETM», señala Pujalte.
No existe una relación causa-efecto
Los estudios se realizaron principalmente en los Pirineos entre Huesca y Lérida, concretamente en la Cuenca de Tremp-Graus, y también en Zumaia. Las rocas del Paleoceno-Eoceno de ambas zonas están ampliamente afloradas, es decir, expuestas en la superficie, y representan toda una gama de ambientes antiguos, tanto continentales como marinos. Pujalte señala que «ofrecen la oportunidad única de explorar los efectos de los cambios de nivel del mar y analizar sus efectos» .
Los indicadores más útiles son los isótopos estables de oxígeno y carbono. Los de oxígeno dan información sobre paleotemperaturas, pero su señal es solo recuperable en testigos de mar profundo. Los isótopos de carbono proporcionan datos sobre variaciones en el contenido de CO2 en la atmósfera y océanos, y pueden recuperarse también en rocas antiguas afloradas en terrenos emergidos. En general, las variaciones de ambos isótopos van en paralelo, dado que un aumento en la proporción de CO2 lleva aparejada un aumento de temperatura.
Los resultados obtenidos apuntan que efectivamente el PETM estuvo precedido de un descenso del nivel del mar, cuya magnitud se estima en unos 20 metros, y cuyo máximo descenso probablemente ocurrió unos 75 mil años antes del inicio del PETM. «Es dudoso, sin embargo, que tal descenso fuese la causa que desencadenó lo desencadenó, aunque pudo contribuir a la misma» apunta Victoriano Pujalte. «Ocurren al mismo tiempo, pero no hay una relación causa-efecto».
Además, los investigadores observaron que el ascenso del nivel marino continuó después del PETM, cuando la temperatura global volvía a la normalidad. «Su origen no estuvo únicamente provocado, por tanto, por la dilatación térmica de los océanos ligada al calentamiento» comenta Pujalte. «Como causa más probable del mismo se sugiere la actividad volcánica documentada en el Mar del Norte durante el final del Paleoceno y comienzos del Eoceno, actividad relacionada con la expansión de la dorsal oceánica del Atlántico Norte» concluye.