«Gustave Doré (1832-1883). L'imaginaire au pouvoir», Museo d'Orsay
París, hasta el 11 de mayo de 2014
Gustave Doré comenzó su carrera de caricaturista a los 13 años y rapidamente recibió un reconocimiento internacional. Es uno de los artistas más remarcables del siglo XIX por la calidad de sus obras y por el dominio de diferentes artes plásticas como la pintura, el grabado o la escultura. En la exposición del Museo d'Orsay se muestra como influyó en el arte de su tiempo y en la cultura visual de los siglos posteriores.
Su obra se mueve entre la sátira, la historia y otros géneros pictóricos, realizando gigantescos cuadros o miniaturas íntimas, grabados perspicaces y crueles o ilustraciones fantásticas que se mantuvieron en el imaginario infantil. Ilustró textos de obras literarias inmortales como la Biblia, el infierno de Dante, Gargantua, Los cuentos de Perrault, Don Quijote, Milton, cuentos de Balzac, o Notre-Dame de Paris. Gustave Doré se convirtió en un verdadero divulgador de la cultura europea. Se propuso ilustrar los clásicos de la literatura heroica, trágica y cómica. Es un artistas con una estrecha relación con España donde viajó en varias ocasiones para poder ilustrar su «Don Quijote», y plasmó la idea que hoy todos tenemos del caballero de la triste figura.
La retrospectiva que presenta el Museo d'Orsay, es muy ambiciosa y trata de burir los diferentes aspectos de su talento, y la influencia del artista en los cómics, la animación y el cine. Sus obras muestran una gran habilidad técnica, principalmente en la pintura. Doré entró en el mundo de la escultura en los últimos años de su vida, y muchas de esas obras resultan inquietantes, como lo muestra L'Effroi, en la que representa a una joven madre con un hijo en brazos evitando la mordedura de una serpiente que sube por su falda.