Horta premio Nobel de la Paz, expresidente, exprimer ministro y excanciller de Timor Oriental enviado de la ONU a Guinea Bissau
Lisboa, (IPS) - Guinea-Bissau está «cerca de ser un Estado fracasado», pero eso no es culpa de la violencia étnica ni religiosa, que jamás ha existido en ese pequeño país de África occidental, argumenta el premio Nobel de la Paz y enviado de la ONU José Manuel Ramos-Horta.La «dirigencia política guineana jamás logró tener buenas relaciones con los militares y viceversa, y puede decirse que hoy Guinea-Bissau está peligrosamente cerca de convertirse en un Estado fracasado», dijo el expresidente, ex primer ministro y excanciller de Timor Oriental en una entrevista con IPS a su paso por Lisboa.
Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, nombró a Ramos-Horta como representante para negociar la democratización de Guinea-Bissau, que vivió su último golpe de estado en abril de 2012, tomando en cuenta sus credenciales personales y políticas en la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP).
Pero el cronograma inicial para que este país retome la senda democrática, que preveía elecciones el 24 de noviembre, no se podrá cumplir por problemas políticos y de organización, como reconocieron el 25 de septiembre los cancilleres de siete de los ocho países de la CPLP (Angola, Brasil, Cabo Verde, Mozambique, Portugal, Timor Oriental y Santo Tomé y Príncipe) que no dialoga con el régimen de Guinea-Bissau.
¿Existe una posibilidad real de paz en ese país?
José Manuel Ramos-Horta: Soy realista y optimista. Al contrario de lo que ha ocurrido en otras partes del mundo, Europa incluida, en Guinea-Bissau nunca ha existido violencia étnica o religiosa.
Jamás se han incendiado o destruido iglesias ni mezquitas o profanado cementerios, como ha ocurrido hasta en la propia Unión Europea (UE). Para garantizar la paz y asentar la democracia, lo que se necesita urgentemente es que los políticos y los militares no empujen demasiado a ese pueblo.
Parece que el último golpe de estado fue la gota que rebasó la paciencia de la comunidad internacional.
JMRH: Es verdad. El último golpe no tenía la más mínima explicación, contando con la responsabilidad de la élite política y la político-militar, en esta secuencia de violencia iniciada por João Bernardo «Nino» Vieira en 1980 cuando derrocó al presidente Luís Cabral, anulando seis años de desarrollo de Guinea-Bissau tras la independencia de Portugal.
Unos 20 o 30 años atrás, los golpes en África eran cotidianos. Hoy, la Unión Africana (UA) tiene posturas hasta más radicales que la UE sobre la defensa de la democracia. Sin embargo, hay que dialogar con quien tiene las armas, pragmáticamente. Si no hay diálogo, ¿para qué sirve la democracia? El secretario general de la ONU me nombró su representante para contar con canales de entendimiento, y ya se registran resultados.
Poco después del golpe, la UA, la CPLP, la UE, Estados Unidos y la ONU consideraron que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) había tenido una actitud tibia ante la acción militar. Tras nueve meses de misión, ¿cómo lo ve?
JMRH: Las posturas de esas instituciones y países eran totalmente correctas, pero también es necesario subrayar que la Cedeao intervino con pragmatismo para evitar que la situación se agravase más e impidió la disolución del parlamento y la eliminación de la Constitución.
Ellos han invertido mucho dinero, pero esta situación es insostenible. Lo importante en esta etapa es celebrar elecciones lo antes posible, espero que en el plazo de entre cinco y seis meses, para restablecer el orden democrático y una estrategia de recuperación del país.
¿Quién dialoga hoy con el régimen guineano?
JMRH: No hubo reconocimiento de gobiernos u organizaciones importantes, pero existe una relación del día a día con Estados Unidos y Gran Bretaña, que dialogan con el régimen. España mantuvo a su embajador y Francia siempre ha estado activa a través de un encargado de negocios.
La UE impuso algunas sanciones, pero conservó todos los programas sociales y humanitarios. Portugal lleva a cabo una cooperación a través de organizaciones no gubernamentales e iglesias. La postura portuguesa se debe a algo muy simple: la relación secular con el pueblo guineano, que está allí y seguirá estando independientemente del régimen.
Además de la gran fragilidad del Estado, ¿cuáles son los principales problemas de Guinea-Bissau?
JMRH: La pobreza extrema, con indicadores sociales muy bajos, la inestabilidad política continua, las debilidades y grietas del ejército, la intervención frecuente de los militares en la política y, en los últimos años, la intromisión de los cárteles latinoamericanos de la droga, tanto en Guinea-Bissau como en muchos otros Estados de la región, que exacerba las dificultades de esos países por la creación de nuevas áreas de delincuencia, tensiones y peligros.
Sobre este último problema, se ha dicho que Guinea-Bissau se está convirtiendo en un «narcoestado».
JMRH: Eso es un disparate de algunos académicos que escriben estudios poco asentados en la realidad, repetidos por medios de comunicación sin el mínimo rigor.
Un académico hace un análisis, una agencia de noticias de un gran país del norte lo toma, y después todos los periódicos van a la misma fuente, que puede o no ser objetiva e imparcial, ya que nadie ha hecho una investigación exhaustiva.
Guinea-Bissau es solo un pequeño país, víctima de los cárteles de la droga de América Latina y de las mafias de la UE y de Rusia. Esos son los verdaderos responsables.
Como representante del secretario general de la ONU, yo no puedo mencionar ciudades que son verdaderos centros de lavado de dinero de la droga, donde es evidente una gran opulencia, con mansiones, edificios y automóviles de lujo, mientras en Bissau lo que se ve en las calles son cabras y vacas.
Otro problema mencionado con frecuencia son las «cuotas étnicas» dentro de la Fuerzas Armadas, con clara predominancia de los balantas en las cúpulas.
JMRH: Cuando se levantan falsos problemas, se crean grandes dificultades. Guinea-Bissau es multiétnico, multicultural y con varias religiones. Esta es una riqueza y no una desventaja. Los balantas históricamente se dedicaron a la agricultura y a la cría de ganado. Pero son también un pueblo de gran tradición guerrera, que se afirma como combatiente, cosa que les caracteriza. Hay otros grupos a los que no les gustan las armas sino el comercio, y otros que prefieren ser funcionarios del Estado. Sin embargo, muchas veces, expertos occidentales sin conocer la realidad afirman que es preciso tener equilibrio étnico en las Fuerzas Armadas. Esto no es nada realista, porque no se puede exigir a un comerciante que se haga militar.