La cuarta parte de todas las calorías derivadas de alimentos cultivados para el consumo humano se pierden o se derrochan, ya sea a propósito o no, según nuevas estimaciones. La UE se ha fijado el objetivo de reducir el derroche de alimentos a la mitad en 2020. Ahora que la carestía de los alimentos se considera algo normal aunque la demanda de estos productos en todo el planeta continúa expandiéndose rápidamente, activistas y expertos en desarrollo en Washington reclaman una acción nacional e internacional concertada.
El último documento de trabajo elaborado conjuntamente por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), una organización dedicada al ambiente y el desarrollo con sede en la capital estadounidense, señala que la combinación de precios récord y demanda creciente de petróleo hizo que el mundo librara una guerra por la eficiencia energética, y que algo similar ocurrirá con los alimentos.
El estudio también estima que la cantidad de tierra usada para cultivar estos alimentos que se derrochan equivale a la superficie de México y consume 28 millones de toneladas de fertilizantes. Sin embargo, los motivos de este desperdicio de recursos son muy diversos, y van desde la ineficiencia en el almacenamiento en las fincas rurales y durante el transporte al mercado hasta la confusión de los consumidores sobre qué hacer con los alimentos «viejos».
Las nuevas conclusiones coinciden con la divulgación de estadísticas sorprendentes sobre el alcance del hambre en el mundo. Según una serie de estudios publicados el esta semana en la revista médica británica The Lancet, la desnutrición es responsable de alrededor de 45 por ciento de todas las muertes de niños y niñas menores de cinco años, mucho más que la proporción de aproximadamente un tercio que antes se creía.
Craig Hanson, coautor del documento de trabajo del WRI, explica que «en buena medida, el alcance de este despilfarro de alimentos es un fracaso de la tecnología. Por ejemplo, en África hay agricultores que todavía no tienen la electricidad que necesitan para almacenar en frío». «Por un lado, podemos decir que hay muchas maneras de bajo costo en que los donantes pueden ayudar en esta situación. Pero también tenemos que reconocer que la investigación agrícola sobre asuntos posteriores a la cosecha ha sido diminuta, de apenas el cinco por ciento de las inversiones totales. Ese es un desequilibrio enorme». Hanson señala que aunque los donantes y los filántropos puedan duplicar esa cifra, llegando a apenas el 10 por ciento de todas las investigaciones agrícolas, «se obtendrá una ganancia enorme en las calorías disponibles para la población».
10.000 millones más
En vista de esto, los niveles de derroche de alimentos parecen ser ampliamente similares entre los países industrializados y los que están en desarrollo. Alrededor de 56 por ciento del despilfarro total tiene lugar en las naciones ricas, mientras que aproximadamente el 44 por ciento ocurre en las pobres. De hecho, Asia meridional y sudoriental son responsables de casi la cuarta parte de todo el despilfarro mundial de alimentos, mientras que los países de la parte industrializada del continente lo son de otro 28 por ciento.
De todos modos, esas cifras enmascaran discrepancias mucho más grandes por persona, particularmente en relación a América del Norte. El gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, estima que el país solo derrocha alrededor del 40 por ciento de su suministro de alimentos. La mayoría de las regiones del mundo desperdician entre 400.000 (Asia meridional y sudoriental) y 750.000 calorías (Europa) por persona cada día, según el nuevo informe. Pero en América del Norte esa cifra se dispara a más de 1,5 millones, en base a estadísticas de 2011. Según los actuales estándares internacionales, un adulto activo requiere entre 2.200 y 3.000 calorías por día.
Pero «las grandes eficiencias sugieren grandes oportunidades de ahorro», plantea el documento. «Reducir la pérdida y el derroche de alimentos puede ser una de las principales estrategias mundiales para lograr un futuro alimentario sostenible». Por supuesto, el fantasma que acecha a este asunto son los cerca de 10.000 millones de habitantes que el planeta tendrá para 2050, y el 60 por ciento más de calorías que se estima serán necesarias para alimentarlos, tomando como base los niveles de 2006. Simplemente reducir a la mitad el actual derroche de alimentos para 2050 permitirá evitar alrededor de 22 por ciento de esa escasez que se proyecta, según se desprende de la nueva investigación.
De todos modos, la culpa parece recaer sobre productores, transportistas... y consumidores, que son responsables de alrededor del 35 por ciento de todo el derroche de alimentos. Según los expertos, estas características abren importantes oportunidades para realizar campañas dirigidas a las mujeres, que son las principales responsables de la toma de decisiones relativas a la agricultura y al hogar, en todo el mundo. «Las mujeres producen, procesan, cocinan y distribuyen alimentos, por lo que ayudarlas a encontrar maneras de reducir el desperdicio y la pérdida de alimentos en el campo, en el almacenamiento, en el plano del consumidor y en casa es clave», señala Danielle Nierenberg, cofundadora del grupo de expertos Food Tank.
Nierenberg opina que «cuanto más acceso tengan ellas a recursos, educación e infraestructura, más podrá prevenir pérdidas y derroches, lo que no solo beneficiará a sus familias, sino también a sus ingresos y al ambiente».
Reducción de 50 por ciento
En Estados Unidos, el derroche de alimentos aumentó un 50 por ciento en las últimas cuatro décadas. Las principales agencias de medioambiente y agricultura del país han anunciado una importante iniciativa que busca educar a consumidores y empresas sobre el nivel que alcanza el problema del despilfarro de alimentos en su territorio.
La Unión Europea va incluso más lejos, fijándose el objetivo de reducir ese derroche a la mitad para 2020. Ese objetivo es muy optimista (todavía falta que cada país del bloque calcule cómo implementarlo), pero según Hanson, del WRI, las empresas europeas han expresado un entusiasmo significativo con tal plan. «Las metas logran cosas sorprendentes», dice. «La actual creación de conciencia es el primer paso. Pienso que todavía tenemos que llegar a que una gran cantidad de personas se den cuenta de que tenemos un problema real. Pero el próximo paso tendrá que ser fijar una meta, y que incluso sea voluntaria es un buen comienzo».
Con la reciente publicación de un informe por parte de un panel designado por la Organización de las Naciones Unidas, los debates sobre la próxima fase de los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio ahora adoptan una forma concreta. Una de las metas propuestas en ese informe incluirá reducir «la pérdida y el desperdicio post-cosecha» en cierto porcentaje, que todavía debe acordarse.
Hanson sugiere el 50 por ciento para ese objetivo. Él y sus colegas también reclaman un protocolo internacional que ofrezca una metodología estándar para que países y empresas de todo el mundo determinen cuántos alimentos se derrochan y dónde. «Creo firmemente en la idea de que lo que se puede medir se puede abordar», señala. «Con la pérdida y el desperdicio de alimentos ahora tiene que ocurrir lo mismo que vimos en relación al cambio climático y las emisiones (contaminantes) hace una década. No empezaremos a manejar esto hasta que sepamos cuánto estamos perdiendo y dónde».