Puede haber sido la reunión más importante de los últimos tiempos, tanto para ambos países, como para el devenir de las bolsas europeas y, por extensión, para para el futuro a medio plazo de toda la Unión Europea. Pero el entendimiento ha sido prácticamente nulo. Una filtración publicada por la agencia Reuters ya desvelaba la respuesta alemana antes incluso de que se produjera la reunión: No, no y no. «Estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo», ha resumido Schäuble ante los periodistas.
La llegada a la capital alemana de Varufakis levantó revuelo desde el principio. Primero, porque el propio presidente Alexis Tsipras ha evitado pisar Alemania en su primera gira por Europa y, segundo, porque su ministro de Finanzas calentó el encuentro con unas declaraciones previas en las que aseguraba que «los alemanes ya han pagado demasiado», mostrándose convencido de que Schäuble escucharía «encantado» su mensaje «contra la corrupción y la evasión fiscal».
Tampoco la prensa germana ha ayudado al acuerdo, con artículos como el del periódico conservador Die Welt, que ha calificado a Varufakis como «un libertador comunista, que se presenta para una lucha cuerpo a cuerpo. La camisa fuera del pantalón. Amenaza. Regaña. Echa pestes. Quiere ganar, principalmente sobre Alemania».
No ha sido así, tal y como ambos han puesto de manifiesto en una rueda de prensa conjunta, en la que el anfitrión se ha declarado «escéptico» ante «muchas de las medidas anunciadas» por Syriza. Según el ministro de Finanzas alemán, «la raíz de los problemas griegos está en Grecia». Varufakis, sin embargo, confía en encontrar «soluciones europeas a problemas europeos».
Son las dos caras de una misma Europa, la de los Veintiocho. La de una Grecia que pide «un programa puente» hasta mayo, es decir, tiempo para garantizar la financiación del país, margen suficiente para que Atenas recobre el aliento y pueda consensuar «un nuevo contrato». Varufakis no niega las reformas sino las prioridades: «Entre el 60 y el 70 por ciento de lo que está en la lista de reformas no se va a descartar, sino que la prioridad debe ser el aumento de las rentas y la lucha contra la corrupción», ha indicado.
De acuerdo en la lucha contra el fraude, Schäuble no ve sin embargo con buenos ojos las intenciones del nuevo Gobierno heleno, al que insta a «seguir negociando con las tres instituciones, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional», precisamente el triunvirato de una troika a la que Tsipras no reconoce como interlocutor válido.
«No hay nada malo en tratar de poner en práctica lo prometido, pero cuando es a costa de otros no es realista», ha dejado caer el ministro de Finanzas alemán, de la Unión Democrática Cristiana (CDU), presidida por Angela Merkel. Como si de un diálogo de sordos se tratara, las posturas de Grecia y Alemania se enroscan en bucle: los primeros hablan de «propuestas para solucionar los problemas que afectan no sólo a Grecia sino al resto de Europa» y los segundos responden que respeta la nueva dirección que ha tomado el país aunque, dice, «va en la dirección que no queremos ver».
La nueva Alemania nazi
Varufakis se marcha de Alemania convencido de que «ninguna otra nación puede comprender la situación griega mejor que Alemania», en referencia al ascenso del nazismo en el país heleno, donde la formación xenófoba Amanecer Dorado se ha convertido en la tercera fuerza. «Grecia se está convirtiendo en la Alemania de antes de la llegada de los nazis», ha espetado el ministro heleno en una entrevista concedida a la cadena ARD, en la que se remonta al clima que vivió Alemania en la década de los años 30 del siglo pasado, antes del ascenso de los nazis.
Es mucho dinero lo que está en juego. Son cerca de 240.000 millones de euros los que Grecia ha recibido de sus socios europeos y Alemania es el principal acreedor, con casi una tercera parte. E igual que sucedió tras la llamada Segunda Guerra Mundial con el Plan Marshall, Grecia propone ahora un «Plan Merkel» para Grecia.
De momento, el Banco Central Europeo ya ha anunciado que no acepta bonos de Grecia como garantía en sus operaciones de liquidez. La única vía que deja libre el presidente del BCE, Mario Draghi, es la liquidez de emergencia, es decir, créditos extraordinarios más caros y sujetos a condiciones por que Grecia asegura no estar dispuesta a tragar.