La UE parece que se da por satisfecha con las conclusiones del último Consejo Europeo en el que se quisieron conciliar los drásticos programas de ajuste con iniciativas de impulso al crecimiento económico. ¿Qué le parece?
Javier Wrana.- Se ha hablado de impulso al crecimiento, pero se queda en nada, porque lo que están planteando «de facto» son medidas de austeridad. ¿Cómo se concreta el impulso al crecimiento? De eso nada se dice en las conclusiones del Consejo Europeo. La idea parece haber sido no tanto vamos a impulsar el crecimiento, sino vamos a demostrar que tenemos interés porque el crecimiento sea impulsado, sin que haya relajación de las medidas de ahorro.
eXp.- ¿No es posible jugar los dos palos de la baraja a la vez?
J.W.- Cada Estado de la UE, y más en momentos de crisis, tiene sus propias prioridades y el asunto de la Unión Europea se queda en segundo plano. Y la UE como tal no tiene competencias, maneja un presupuesto minúsculo y no tiene capacidad para ayudar, porque el castillo se vendría abajo. El problema de partida es que los países han actuado durante los últimos años de una manera irresponsable, gastando más de lo que podían, usando como ingresos corrientes lo que eran ingresos excepcionales y, cuando la situación ha venido mal, se ha seguido gastando lo mismo. Ahora la cuestión es que se intenta hacer en un año un ajuste que debería hacerse en diez, lo cual es bastante difícil.
eXp.- Pero parece que nadie tuviera soluciones, por ejemplo, para combatir el paro. En Estados Unidos están demostrando que las hay.
J.W.- Claro que los gobiernos europeos tienen ideas de cómo recuperar empleo, pero son ideas que piensan que los agentes sociales no van a asumir. Y no viene al caso comparar con Estados Unidos, porque allí hay una flexibilidad mucho mayor porque la gente está mucho más mentalizada en ese sentido. El problema en Europa es que se introducen elementos de flexibilidad solo por una parte, de modo que puede conducir a que haya más despidos, pero eso no se vea compensado con más empleo.
eXp.- En España todas las expectativas están en la reforma laboral...
J.W.- La reforma tiene que ir por ahí. La sociedad europea en su conjunto, y por supuesto la española, tiene una mentalidad más rígida y es muy reticente a asumir esa flexibilidad. Entonces introducir esas medidas en el mercado del empleo puede no producir el efecto deseado. En España, si se planteara, en la fase del despido iría muy bien, pero la contratación que tendría que venir después a lo mejor no respondía de la misma manera. Hace falta que la gente lo vaya percibiendo como algo razonable, algo operativo y no una facilidad del despido sin más. Hay que dar pasos en ese camino, introducir elementos de flexibilidad no solo en la legislación, sino en la mentalidad.
eXp.- Mientras tanto, la UE confía en el pacto fiscal aprobado, como paso previo a una indeterminada fase de crecimiento económico. ¿Cree usted que funcionará?
J.W.- Pues depende de los países, hay algunos Estados muy interesados en que se cumpla, como Alemania, Finlandia, Luxemburgo y otros que están pagando menos interés por su deuda. Sostener financieramente a Grecia y pretender que se devuelva el 70 o el 80% de la deuda se hace solo para que no se rompa la unidad de la moneda, pero nada más por eso. Y porque Grecia, Irlanda y Portugal solo representan algo menos del 6% del PIB de la Unión. Lo que se está gastando en Grecia es más que todo el presupuesto de la Unión Europea, una cosa inaudita.
eXp.- ¿Cuál es la solución para Grecia?
J.W.- Yo creo que Grecia tendría que plantearse ella misma, de una manera elegante y digna, salir de la Unión Monetaria, porque el daño que está causando Grecia al conjunto de la UE es mucho más grande que el beneficio que saca el propio país con su pertenencia. Las cifras de ayuda a Grecia han sido inmensas, espectaculares. El gasto corriente de Grecia en los últimos dos años se ha sostenido con fondos comunitarios. Entonces es normal que los contribuyentes europeos se pregunten ¿por qué no se hace eso conmigo? ¿por qué se hace con Grecia, que no cumple sus compromisos con la UE ni está dispuesta a que se vigilen sus cuentas?
eXp.- Bruselas insiste una y otra vez en recuperar la confianza de los mercados. ¿La salida de Grecia no acabaría por hundir esa confianza en el euro?
J.W.- Quizá potenciaría la confianza en el euro en lugar de anularla, porque se vería claro que se está actuando después de haber hecho un enorme esfuerzo de solidaridad con Grecia. Yo pienso que sería un gran trastorno para el proyecto europeo que un Estado saliera de la Unión Monetaria o de la Unión Europea, pero si frente a eso, la alternativa es estar sosteniendo, sosteniendo y sosteniendo, sería mucho mejor que Grecia saliera del euro. España, Portugal o Grecia están haciendo un gran esfuerzo por equilibrar sus cuentas, pero Grecia dice que no lo va a hacer.
eXp.- El tratado internacional firmado ahora prevé sanciones para los países incumplidores. ¿Serán efectivas o, de nuevo, retóricas?
J.W.-Si eso se cumple, será efectivo, pero el Pacto de Estabilidad y Crecimiento ya establecía un procedimiento sancionador, que se aplicó de una manera muy dura a los países incumplidores hasta mediados de la década pasada, hasta que Francia y Alemania no cumplieron y vetaron las sanciones contra ellos. Eso no puede ser. Europa necesita una intervención fiscal, operativa, que el presupuesto de la Unión, que está ahora en el 1% del PIB pase al 5%, que haya más impuestos comunes de la UE, que no tienen por qué representar más presión fiscal, en fin, la solución pasa por más Europa. En ausencia de esto, difícil de asumir ahora, es indispensable que se cumpla el principio de tener unas cuentas públicas saneadas, un equilibrio de ingresos y gastos.
eXp.- ¿Está usted de acuerdo con los economistas que ven la solución inmediata a la crisis de deuda en una intervención más decidida del Banco Central Europeo?
J.W.- El BCE ya está interviniendo. Si no lo hiciera, saltaría todo por los aires. Se ha hablado de 150.000 millones de euros a finales del año pasado. Pero es como si una persona con un problema de salud grave intenta curarse con aspirina. Pueden pasarse los síntomas, pero no resuelve el problema. El BCE ha hecho lo único que podía hacer, introducir liquidez, pero cómo puede ser que el BCE preste dinero al 1% y España tenga que pagar por su deuda pública el cinco y pico por ciento o Italia al 6,80. Es una proporción disparatada. Lo que hace falta es que los países asuman como propios límites el marco que establece la Unión Europea.
eXp.- ¿«Más Europa» es también introducir un impuesto a las transacciones financieras en la UE?
J.W.- Habría que analizar muy a fondo en qué consiste, en que se plasma. Cualquier impuesto va a crear distorsiones, lo que hace falta es que ese impuesto no provoque que desaparezca la actividad financiera de grandes corporaciones, porque haríamos un pan como unas tortas. Habría que analizar en qué consiste y qué capacidad recaudatoria tiene.
eXp.- Y los eurobonos, ¿son «más Europa»?
J.W.- Es indispensable una solución que pase por la emisión de eurobonos y por la existencia de un Tesoro europeo. El problema de tener un Tesoro europeo, cuando se plantea en caliente como ahora, equivale a decir que el país más incumplidor es el que más se beneficia.
eXp.- Tiene razones entonces Alemania para oponerse.
J.W.- Los eurobonos serán una solución cuando los problemas que hay actualmente se hayan solucionado, es decir, cuando la fiabilidad dentro de la UE se consolide, se podrá empezar a plantear una integración del Tesoro, pero sin que eso implique que, al final, el que tenga la peor situación pague menos que si emitiera su propia deuda y el que tenga una situación buena pague más. Se puede solucionar técnicamente de modo que todos salgan ganando. A día de hoy, no tiene sentido hacerlo porque se entendería que los países más cumplidores están siendo desvalijados por los incumplidores.
eXp.- Saque la bola de cristal de los economistas y díganos cuándo ve una Europa estable o en vías de crecimiento.
J.W.- Se está hablando con un pesimismo irracional, por ejemplo, cuando se dice que China nos adelanta. Eso es falso, el PIB de la UE es muchísimo mayor que el de China y hasta que eso pudiera cambiar falta muchísimo tiempo. La cuestión es iniciar una senda de optimismo, de pensar que las cosas pueden ir bien. Hay un factor a favor, es que los europeos tenemos entre nosotros mucho más en común de lo que creemos. Cuando salimos a otros países de Europa nos damos cuenta de que eso es lo nuestro. Y ya lo están viviendo las nuevas generaciones. Si se hacen las cosas bien, con un liderazgo político y un interés no cortoplacista y realmente europeo, la solución puede empezar a verse este mismo año; si no se hace nada, durará años y años.