El 15 de enero llegarán a Atenas los representantes de la troika (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo) que evalúan los avances de Grecia en los compromisos de ajuste adquiridos para aprobar el segundo programa de rescate por 130.000 millones de euros.
Tras reunirse anoche con los agentes sociales, Papademos reconoce que hay un fuerte escepticismo sobre esos avances teniendo en cuenta los problemas a los que aún se enfrenta Grecia para mejorar el funcionamiento de los mercados y recuperar la competitividad. «Si no hacemos un progreso significativo, si no se tiene esa impresión, la evaluación de los socios y la troika no será positiva».
La reducción de salarios en el sector privado es el punto de discordancia. Los sindicatos lo rechazan tajantemente porque hace solo unos meses se firmo un acuerdo salarial con la patronal. «Para qué sirve estar en la eurozona si tenemos salarios de hambre», ha dicho el presidente de la CGT, Yannis Panagópulos.
Ni patronal ni sindicatos están por bajar el salario mínimo, como piden la UE y el FMI, pero los empresarios defienden que reducir el coste salarial medio es vital para mejorar la competitividad del país.
Al margen de los agentes sociales, los conservadores de Nueva Democracia, que ahora forman parte del gobierno de unidad nacional, tampoco quieren reducciones salariales en el sector privado. Papademos insiste en que «tenemos que renunciar un poco para no perder mucho». El primer ministro advierte de que si no llega la financiación internacional, las consecuencias serían «verdaderamente trágicas» para los ingresos de los trabajadores y el desempleo sería aún peor. El escenario que prevé si no se llega a un acuerdo rápidamente es de bancarrota incontrolada, abandono de la moneda única y devaluación masiva.