Hacinamiento, falta de atención y miedo a volver a su país. Un cóctel que vuelve a explotar en la isla italiana de Lampedusa, donde casi 50.000 tunecinos malviven desde hace meses, cuando huyeron de las revueltas.
Pidiendo a gritos «libertad, libertad» se manifestaron por las calles de la ciudad y se enfrentaron a los vecinos, que vienen protestando por la presencia masiva de inmigrantes. Éstos, con piedras; los otros, amenazando con hacer explotar bombonas de gas, después de que ardieran tres edificios de un centro de acogida. De paso, agresiones a periodistas de televisión, a quienes los ciudadanos de Lampedusa acusan de promover una imagen distorsionada de lo que ocurre en la isla. La intervención de la policía acabó con el motín, pero deja unas imágenes que ponen serias dudas por el respeto a los derechos humanos en Europa.
Los inmigrantes clandestinos siguen llegando a Italia, a pesar del acuerdo de repatriación que alcanzó el primer ministro, Silvio Berlusconi, con el gobierno tunecino, el pasado mes de abril. «Estamos ante un ambiente de guerra. El Estado debe intervenir con naves y helicópteros para evacuar a los tunecinos», ha dicho el alcalde, Bernardino De Rubeis.
«Esta situación es el resultado de la incapacidad del gobierno para enfrentar las situaciones dramáticas que afectan a este país. No se puede dejar en manos de los ciudadanos de Lampedusa la emergencia que genera la inmigración clandestina», declaró el presidente de la región de Sicilia, Raffaele Lombardo.
El Ministerio del Interior, ante la grave situación creada, ha anunciado que en 48 horas, todos los inmigrantes de Lampedusa serán trasladados a otros puntos de Italia. Los tunecinos serán devueltos a su país. Los que llegaron antes de la firma del acuerdo entre los dos gobiernos, pueden solicitar permisos de residencia temporales.