Continúa en Roma la Conferencia sobre Seguridad Alimentaria de la FAO, los países pobres acusan a los desarrollados a impulsar una liberalización excesiva del sector agrícola y de utilizar a los alimentos como «arma de presión política».

Los datos que están aportando los representantes de los diferentes países son estremecedores, la representante para América latina y el Caribe, Margarita Flores, ha dicho que la región fue la única que logró reducir el hambre hasta hace tres años, ahora ha vuelto a los niveles de hace 20 años. Subrayó la importancia de que los países en vías de desarrollo puedan invertir en agricultura para evitar importar la mayor parte de los alimentos.

El presidente de Paraguay, Fernando Lugo, calificó de «injustas» las políticas de Estados Unidos y de la Unión Europea, que han permitido que «grandes perceptores se han lucrado, distorsionado los mercados y afectado a miles de explotaciones familiares del sur del mundo».

Pero por mucho que se diga ya está todo hecho en la Conferencia, la declaración final está llena de propósitos pero ninguna cifra «Nos comprometemos para que deje inmediatamente de aumentar -y se reduzca considerablemente- el número de personas que sufren a causa del hambre, la malnutrición y la inseguridad alimentaria dice el texto» pero no concreta una fecha ni aporta los fondos especiales para conseguirlo. Solo palabras.